viernes, 29 de febrero de 2008

Prosófagos Parte 3...

Más de Prosófagos...

Después de unos días accidentados, pues mi viejo ordenador ya no obedece órdenes, prosigo comentando acerca de algunos participantes que se han ganado su sitial a fuerza del sudor de sus dedos; e indudablemente de sus mentes, convirtiendo el foro en un verdadero paraíso de ilusiones. Sé que no a todos los que son asiduos participantes los mueve el deseo de publicar; algunos lo hacen por el simple placer de escribir y compartir con otros que también tienen el mismo pasatiempo, y aunque algunas personas digan que a los foros de literatura no se va a hacer amistades, una vez dentro es imposible no congeniar unos con otros. La finalidad es la escritura, claro, pero la amistad subyacente es un aditivo que enriquece nuestras vidas, pues no hay nada más agradable que hacer amigos con personas de gustos afines. Prosigo:

Manel... leía sus cuentos desde cuando estábamos en el foro de Bibliotecas Virtuales. Un buen día apareció este joven promisorio con un cuento que se grabó en mi memoria: relataba el mundo detrás de unos barrotes haciéndome creer que era un canario, cuando la realidad era que todo lo que veía tras las rejas lo hacía desde su perspectiva humana. ¡Vaya sorpresa! Es indudable que tiene buena pluma, pues es ganador de concursos de literatura, basta con leer parte de su novela para darse cuenta que su camino hacia su meta se va acortando día a día. Su blog es interesante, sencillo y dice mucho de sí mismo. En una parte reza con modestia: “Proyecto de escritor, en busca del Santo Grial”. Y aunque sus visitas a los foros eran esquivas, creo que va encontrando una comunidad con sus mismos intereses.

Sara es un enigma. Confieso que he leído poco de ella, pero sus participaciones suelen ser contundentes. Si desean encontrarla, sólo tienen que buscar en los post que contienen cierta dosis de intemperancia. Ella siempre tendrá palabras de apoyo para el agredido, cual paladín de la justicia, que con un lenguaje críptico hará un resumen desde su particular panorama del problema. Su prosa poética es casi como su lenguaje: enigmático. De lo que he leído de ella escojo la primera parte que dice mucho del resto de su “Vincha y pluma”: Hay que creer como ellos han creído. La mirada hacia el sur siente hambre de tierras que dilatan el mundo hasta entonces conocido... palabras que en particular tienen para mí mucho sentido, pues también soy admiradora de las culturas del sur del continente.

Rocío Torres, también emigrante de BV, es dueña de una prosa muy agradable. Su Petra es una maravilla, claro que sí. Compañera solidaria, buscadora de letras en el horizonte de este mundo sin horizontes claros, nos reclama atención a sus cuentos donde confluyen la picardía y al mismo tiempo la denuncia social, investida de una india cimarrona que resulta ser más sagaz que sus patronos, pero que al mismo tiempo deja entrever las diferencias insalvables de una cultura postcolonial, de la mayoría de los pueblos de la América hispánica: el desprecio por lo autóctono, aún a costa de caer en el ridículo. ¡bien por Rocío! Tal vez algún día en esta parte del mundo aprendamos a reconocer nuestras raíces sin avergonzarnos de ellas.

Margarita, ¿cómo podía dejar de hablar de esta incansable caja de sorpresas? Hace poco me enteré que ganó un concurso fotográfico. Menuda sorpresa, yo que admiraba su prosa, ahora debo prepararme para asombrarme por sus otras virtudes. Y aunque la he visto en otros foros, es en Prosófagos, donde me parece que ella se siente como en su casa. Ya en Letras Escondidas tuve ocasión de leer un cuento suyo acerca de dos hermanos que rivalizaban por el amor de una extraña que apareció en la noche. Recuerdo que dejé uno de los comentarios más largos que he hecho. Es que su cuento me hizo soñar, y es su estilo, más que el tema, el que invita a adentrarse en su mágico mundo, como cuando nos relata lo que sucede cuando una mujer deja de tener un hobby anodino como es el hacer puzzles, y empieza otro con el pincel y el lienzo. Sí, señor, en sus cuentos hay mucho lienzo que cortar.

Venator, No podía cerrar este segmento sin hablar de él. Y aunque lo conocí en Letras Escondidas, es en Prosófagos el mejor lugar para hacerlo, pues en aquellas Letras, de manera inexplicable no tengo entrada. Con un estilo único y reconocible, en las escasas oportunidades que nos brinda su presencia, Venator nos empapa con sus personajes extraños, intensos, tortuosos, cuyos lenguajes algunas veces oscuros y otras excéntricos, nos compenetran con sus mundos caóticos, nos llevan a divagar en las postrimerías de nuestra propia esencia, o nos apabullan, porque simplemente no somos capaces de ahondar en sus espíritus atormentados. Bueno, he tratado de resumir lo que se siente al leerlo y creo que si él lee estas líneas sabrá que he querido apropiarme vanamente de su estilo. Pero lo haré más fácil: lean “Sequedad” y sabrán a qué me refiero. ¡Bravo, Venator!
El señor de las palabras.

Aún me faltan algunos compañeros con los que he tenido el gusto de compartir opiniones, y a medida que recuerdo, veo que son muchos más de los que al inicio pensaba. Y aún no he salido de Prosófagos...

viernes, 22 de febrero de 2008

La casa del lago


No creo en los fantasmas. Me resisto a creer en las ánimas en pena que los temerosos de Dios dicen que se arrastran buscando paz y perdón de sus pecados, algo incongruente, ya que se supone la religión de la iglesia dice que fuimos redimidos de nuestros pecados. Entonces, ¿cómo dar fe de esas creencias rayanas en el fanatismo? Siempre creí que todo tenía una explicación y una respuesta racional, por eso, cuando fui a vivir a la casa del lago no me preocupé por las habladurías del viejo del pueblo. Yo simplemente deseaba un lugar tranquilo donde pasar de vez en cuando unas vacaciones, pescando o navegando en un bote de remos que me llevara de un lado a otro en aquel bucólico lugar.

Me gustó la casa en cuanto la vi y no regateé el precio al comprarla. Parecía como si formara parte de una postal antigua, enclavada en el bosque y al mismo tiempo tan cerca y tan lejana al lago, un estrecho camino bordeado de piedrecillas que en un tiempo fueron blancas indicaban el camino al muelle de madera. Por dentro parecía ser más pequeña de lo que se apreciaba desde afuera, y su chimenea de piedra me acogía como si unos brazos invisibles me arrullasen resguardándome del frío gélido y del viento que ululaba entre las copas de los viejos pinos que la rodeaban.

Fue al tercer día de mi estancia en ella cuando empecé a escuchar unos ruidos que no supe bien a qué atribuir al principio, porque parecían salir de la garganta de un animal herido. Pensé que se trataba de algún lobo o tal vez algún gato salvaje que había sido blanco de un cazador furtivo,
pero después de dar vueltas por los alrededores no pude encontrar nada que me indicara que mis sospechas fuesen ciertas. Aquella noche los gemidos lastimeros no me dejaron dormir, no porque temiese de algo tenebroso, era debido a mi preocupación de no poder ayudar a lo que sea que estuviese necesitando de mi ayuda. Decidí salir muy temprano y encontrar al animal, pero a la mañana siguiente tampoco pude hallarlo. El clima empezaba a cambiar, pronto empezaría la temporada invernal, y las primeras nieves empezarían a caer para transformar el paisaje, así que decidí aprovechar lo que quedaba del otoño y me embarqué en el bote con la intención de ir al sitio más lejano del lago, quería conocerlo todo y, aprovechar la soledad de aquel paraje paradisiaco lejos del ruido infernal de la ciudad. Siempre me gustó el silencio, la soledad no era para mí un estado de abandono, sino por el contrario hacía que me sintiera libre, sin ataduras, y es así como me sentía esa mañana en mi bote, remando acompasadamente mientras de cuando en cuando echaba un vistazo a mi recién adquirida casa que se veía cada vez más lejana.

En uno de esos atisbos me di cuenta que no se la veía. Hacía unos segundos estaba ahí, y de un momento a otro no estaba más. Creí que era producto de algún reflejo del lago o un truco de la luz matinal, pero cuando empecé a dar vuelta para regresar, con creciente desesperación me di cuenta de que en efecto, mi casa había desaparecido. Até las amarras en el muelle y corrí por el sendero de piedrecillas pensando que estaba perdiendo la razón, no lo podía creer, el lugar donde estuvo ni siquiera tenía huellas de ella. El sonido lastimero empezó a escucharse y esta vez era un gemido gutural, que parecía querer decirme algo, me llamaba, sí, empecé a entender, decía: Ven conmigo, ven, entra, te espero... en un arrebato de locura hice el intento de dar el primer paso hacia donde había estado la puerta de la casa, donde se iniciaba el camino de piedras, pero haciendo acopio de un enorme esfuerzo me quedé con la rodilla levantada y luego la bajé lentamente situando mi pierna junto a la otra. ¿Fantasmas? Cavilé. Yo no creo en ellos. No creo en el diablo ni en el perdón de los pecados.

Me metí en el auto y tomé rumbo al pueblo. Por el espejo retrovisor vi la casa, tal como la había visto la primera vez, hermosa, etérea, como fuera de lugar. Vencí el impulso de regresar. Esta vez escucharía la historia completa de las habladurías que el viejo comenzó a contar y yo no le dejé terminar. Después, regresaré a la ciudad, lo he pensado mejor y creo que prefiero la soledad del bullicio que el bullicio de la soledad.

Después de conducir lo suficiente como para haber llegado, caí en cuenta que el pueblo tampoco estaba ahí, en su lugar vi un hermoso camposanto, bajé del auto presa de la curiosidad y salió a mi encuentro un hombre enclenque, de ojos arrugados de aquellos que otean el horizonte. Era el guardián del cementerio, se acercó sonriendo y se paró frente a mí.
-¿Busca algo en particular? –preguntó.
-¿Qué sucedió con el pueblo? –Pregunté a mi vez.
-El pueblo. Humm... –El hombre pensativo, se agarró la barbilla-, ¿usted adquirió la casa del lago?
-Así es –respondí impaciente.
-Permítame decirle que compró la casa equivocada. Muchos otros fueron timados, y nunca hubo forma de comprobar la estafa.
-No comprendo. Y no ha respondido a mi pregunta.
-El pueblo que usted visitó tampoco existe.
-Imposible. Estuve hablando con un anciano que me advirtió de sucesos extraños.
-Otra vez el anciano. –Murmuró el hombre para sí. ¿Recuerda su nombre?
-No me lo dijo. ¿Sabe usted quién era? -Pregunté exasperado. Parecía que el hombrecillo no tenía por costumbre responder preguntas.
-Sólo puedo decirle que corrió usted con suerte, es el primero que escapó con vida. Si desea un consejo le sugiero que se aleje y no regrese.
-Quiero una respuesta. ¿Qué sucedió con el pueblo?
-El pueblo nunca existió. Lo que usted vio fue un pueblo fantasma, al igual que su casa.
-Yo no creo en fantasmas. –Afirmé.
-Es por eso que está vivo -contestó él mientras se alejaba perdiéndose entre las lápidas.
B. Miosi

Sigo con Prosófagos... Parte 2

Aclaro que no soy una crítica literaria, sólo doy mi impresión muy subjetiva, por cierto, de algunos compañeros sobresalientes de los foros.

Laocoonte, este joven genio llenó mis oídos de música escuchando su tocata para un carnicero. Uno de los cuentos más cinematográficos que he leído, creo haberlo visto en Letras Escondidas, y después lo encontré en Prosófagos. Laocoonte posee una cualidad que rara vez se da en un escritor tan joven; sus cuentos están salpicados de un aire antiguo, leerlo es sumergirse en aguas turbias, pero con rayos infrarrojos. Le pedí su cuento para una selección que por ahora está en espera, ojalá más adelante se dé el proyecto. Además, es agradable, educado, es un gusto tratar con él.

Pepsi, reconozco que la primera vez que vi ese nick sentí cierto reparo en leer algo de ella. Después deduje que mi actitud podría deberse a que prefiero la Coca Cola. Una vez más compruebo que una no se debe dejar llevar por apariencias engañosas, pues encontré un ser humano cálido, burbujeante, como la misma competencia. Su capacidad de escribir acerca de cualquier tema, por trivial que éste sea, es inaudita. Aún recuerdo un post en BV acerca de unos zapatos de tacón que llenó tantas páginas que no pude menos que ver de qué trataba. En resumen, se hablaba desde zapatos de tacón hasta de la revista Vanidades, pasando por consejos de belleza y las partes estéticas que menos gustaban. ¡Pero qué bien lo contaba! Aunque creo no hacer justicia si sólo me refiero a esa parte. Pepsi tiene gran sensibilidad, y le he leído algunos cuentos realmente buenos.

Boris Rudeiko, entrañable Boris desde los tiempos de BV, cuando leí por primera vez un cuento suyo acerca de un regalo comprado en una tienda de antigüedades en Rusia. Sus cuentos tienen la virtud de relatar pasajes cotidianos de la vida, llevarme a una playa donde hay niños jugando, o hacerme soñar en la sala de espera de un médico, y siempre, siempre, cada vez que leo algo suyo me parece ver a través de los ojos de un espectador que desde la esquina de una habitación se limita a contar lo que ocurre. Boris es un compañero respetuoso, tiene don de gentes, y es tan elegante como su nick.

Ñam, ¡Qué gracioso nick! Al principio pensé que sonaba a sabroso, por aquello de Ñam, ñam... qué rico... Lo del “8” no sé qué quiera decir, tal vez es una cábala. Ella es una chica misteriosa, sus cuentos encierran algo que queda oculto; hay un cuento suyo que trata de un teléfono que no deja de sonar y al saber dónde y quiénes rodean el misterio, se le va poniendo a una la carne de gallina. Confieso que a partir de allí cada vez que suena el teléfono contesto lo más rápido que puedo. Un teléfono sonando eternamente es lo más tétrico que se puede escuchar. Ñam es alegre, espontánea y efusiva, además de buena escritora, tiene un estilo muy reconocible.

Dejo hasta aquí el avance de Prosófagos, y cosa curiosa: mientras escribo desde casa donde no tengo Internet, y lo hago recordando las huellas que cada uno dejó en mí en momentos determinados, caigo en cuenta de que hay mucha gente buena y valiosa en el foro, que dedica gran parte de su valioso tiempo para leerse una a otra, comentar, criticar, aconsejar, agradecer, e ir sembrando amistades que con el tiempo se vuelven inapreciables. No se pierdan la próxima entrega, que aún queda para rato...

jueves, 21 de febrero de 2008

Mi segunda entrevista en El Rincón Literario

Ayer 20 de febrero tuve el privilegio de ser entrevistada por Sandra Llabrés y Joana Pol en la radio 1B3 de Palma de Mallorca, en el primer segmento del programa 3 de Nit: El Rincón Literario. Fueron treinta minutos inolvidables, por dos motivos: porque fui la última entrevistada, pues el programa no saldrá más al aire, y porque Sandra y Joana son personas maravillosas. Aún no sé para el momento en que escribo estas líneas si podré obtener el programa grabado, como la vez anterior, en el 2006, pero siempre guardaré el sabor del recuerdo alojado en el corazón.

A Joana la conocí en los foros de Yo Escribo, hace tres años, y por esas cosas extrañas que tiene la vida, entablamos una entrañable amistad. Ella es autora de su exitosa novela El crimen de los dioses, una obra de más de setecientas páginas, donde confluyen personajes fantásticos, parajes de ensueño y batallas épicas. Actualmente tiene dos propuestas para llevar su novela al cine, y yo de todo corazón espero ver su grandiosa novela en la pantalla grande. A Sandra la conozco por sus entrevistas y los artículos de su blog que son de un estilo único. Ambas son mujeres hermosas y como decimos en Venezuela: echadas pa’lante. Que no es otra cosa que valiosas, indispensables, creativas, bondadosas.

Fue muy grato escucharlas y contarles acerca de la publicación de mi novela, agradezco infinitamente el gesto que tuvieron de interesarse por mi obra, y durante el programa fue leído un fragmento de la primera página de La búsqueda. Se siente gran emoción al escuchar en voz alta y leída por la radio lo que una escribe, me encantó la dramatización, la música, todo.

Adiós queridas amigas, hasta la vista, Joana, eres un sol. Espero que sus próximos proyectos tengan tanto éxito como el del Rincón Literario. Un ciclo que se cierra para dar paso a otro que empieza.

http://sandra3denit.blogspot.com/

martes, 19 de febrero de 2008

Hablando de foros literarios... Parte 1

Prosófagos es uno de los foros mejor moderados que existen. Empezando porque el administrador no sabe leer, y las normas están impuestas por Dios, que para variar, sólo dictó sus leyes y después dijo que todos tenían libre albedrío. Su ausencia se siente en cada rincón de ese foro, y como sabemos, Dios suele hacerse notar cuando no está. Así suele ser él, tan omnipresente que hasta cuando está ausente se siente. Y el verbo se hizo escritura, y se hizo el principio, y se juntaron los apátridas, desterrados y exiliados, que como náufragos llegaron a la Tierra Prometida

En poco tiempo Prosófagos ha logrado reunir en sus filas gran cantidad de personajes diversos, algunos de los cuales pasan como las lluvias en el desierto, dejando caer unas gotas sin mayor trascendencia como es mi caso. Pero hay gente interesante, muy interesante, de las cuales vale la pena hablar:

Forke merece una mención especial, porque con sus comentarios certeros parece estar y no estar. Un joven escritor cuyos cuentos son reconocibles al empezar la primera línea. Tiene la virtud de utilizar las palabras justas para lo que desea expresar, y por lo general expresa asuntos inexpresables. Y lo hace tan bien que muchas veces nos quedamos sin expresar lo que sentimos al leer tal despliegue expresivo. Hace poco entré a su blog y degusté con fruición sus cuentos forkeanos. Mis respetos a un escritor de cuentos de tal envergadura.

Esther es el personaje que todos quisieran tener en sus foros literarios. Con alma de médico forense, hace un examen profundo hasta de los cuentos que parecen no tener vida, con sapiencia, paciencia y otras tantas ciencias, siempre encuentra algún germen vital que hace que valga la pena seguir escribiendo. Ella es un valor agregado, pues dudo que el foro pudiera ser igual sin su presencia. Si un cuento no es leído y diseccionado por Esther, obviamente no existe. Pero no sólo ausculta, detecta, corrige y cura algunos males literarios; también aconseja, y suele invitar a algunos lugares inapreciables en donde mucho se aprende. No conforme con eso, se da tiempo para escribir, y la verdad, algunos de sus cuentos son de antología. Faltaba más.

Aureliano Babilonia, un nick que lo dice todo. Es joven, sí, pero por momentos pareciera tener cien años de soledad. Sus cuentos suelen ser entendibles para los que tienen la suficiente inteligencia para bucear en los sentimientos del autor. Y sobre todo, se ha de saber que su musa es Muriel, una jovencita que fue la causante de que él volcara sus sentimientos en letras, al tratar de reconstruir una carta que ella hizo pedazos una tarde a la salida del colegio. Posa sus ojos sólo en lo que considera digno de ser leído, y cuando lo hace, deja comentarios cáusticos. Pero cuando se explaya lo hace como todo un escritor, y es cuando parece tener más que los diecisiete que acaba de cumplir. Ojo, cuando él dice que la espiral de fuego se esfumó llevándose con ella las miserias humanas, quiere decir exactamente eso, pues en sus cuentos todo es natural.

Elisabet deja tras de sí un rastro parecido al que deja el arco iris, la esperanza de encontrar tesoros perdidos. Siempre sabrá leer un cuento y encontrar algo positivo en él, y compartirá con todos sus experiencias en el mundo literario y contará sus tropezones con el mismo optimismo que haber ganado un premio Planeta. Hace poco hice un recuento de sus logros en menos de dos años de empezar a participar en los foros, y concluí que es posible que la inexistencia de Dios en el foro se deba a que se la pasa con ella. Es el vivo ejemplo de lo que se puede lograr siendo sistemática, y por encima de todo, tener capacidad creativa. Amén del conocimiento del lenguaje escrito. Un libro publicado, y dos en vías de ver la luz son prueba más que suficiente de ello, y eso, sin contar el incontable. Y sus Cinco noches… vaya, dejaron a más de uno en plan de tertulia en plena madrugada.


Por ahora dejaré este pequeño análisis hasta aquí, mis tiempos son cortos y mi experiencia muy larga...
Proseguiré en la próxima entrega con los que mi precaria memoria pueda recordar.

sábado, 16 de febrero de 2008

Algunas reglas existen para ser rotas


Existen muchas reglas para escribir correctamente. Y hay muchos que son expertos en utilizarlas. En dos años de paseos por los foros literarios he encontrado verdaderos genios en la aplicación de la gramática, y es verdad, sus textos se leen con gran fluidez, es un gusto pasear los ojos por ellos, y para alguien como yo, que soy autodidacta, son de gran utilidad. Se aprende mucho.

Pero de manera personal, creo que a veces tomamos demasiado al pie de la letra los consejos que se exhiben en gran cantidad de páginas por Internet. Buscar sinónimos a toda costa para evitar repetir una palabra, puede convertir un escrito en folleto; en una carta circular de esas que se reparten en las oficinas, en pocas palabras: en una narrativa sin personalidad. Creo que más importante que cuidar el “dijismo” por ejemplo, como dicen a la manía de tratar de usar un verbo artificial para evitar la palabra: “dijo”, sin tomar en cuenta que es una de las pocas palabras invisibles del idioma, y que es casi imposible de ser usada en exceso; es la falta de técnica narrativa. Cuidar la elipsis o la focalización, es más importante, casi imprescindible, diría yo, para producir el efecto deseado en un cuento o novela, que repetir de vez en cuando una palabra.

Supongo que ya lo saben, pero sólo para refrescar la memoria diré que se llama elipsis a la técnica que usamos –a veces de manera inconsciente–, de la omisión en el relato de parte de la historia. Ello implica una complicidad con el lector, quien será el que decidirá suplir los vacíos, o los silencios narrativos.

Focalización, es la elección de la perspectiva desde donde se aborda la historia. Puede ser contada en primera persona, o puede que prefiramos escribir la novela en tercera persona, o quizás elijamos ser narradores omniscientes. Si se escoge contar la historia a través de los ojos de Pedro, por ejemplo, todo debe pasar por sus ojos, sus sentimientos, su perspectiva de la vida y de las cosas. Su mujer, su amiga o su hija, serán personajes secundarios.Un ejemplo de lo que trato de explicar con cierta torpeza sería el cuento que sigue:

Pensamientos nocturnos

En las horas de oscuridad sus pensamientos corrían bajo el impulso de su imaginación, unas veces con la rapidez de las liebres, otras, con la cadencia de las olas con sus resacas de espuma, como si con cada onda pudiese borrar la anterior, y la anterior, y así indefinidamente.

Pero a veces los pensamientos de Pedro no eran como las olas del mar, se acumulaban igual que las aguas de un río cuando van hacia una represa. Por momentos parecía que no podían entrar más, de tantas ideas como tenía, y en otros, sentía que se desbordarían. Deseaba escribir, relatar, hablar, pero ni sabía escribir ni podía articular una palabra. Apenas podía oír. Su mundo estaba lleno de fronteras insalvables que sólo podía saltarlas con su imaginación. Los demás vivían su propio mundo y él, el suyo. Debajo del puente de la quebrada honda. Allí, donde la soledad era su compañera y los puntos brillantes del cielo pequeños faros que alumbraban sus delirios. Allí, donde sus lágrimas se confundían con el rocío matutino, donde tantas veces imaginó su génesis, donde inventó a sus padres, donde lloró su hambre.

Ese día la chica de la ciudad se había fijado en él. Y él sentía algo extraño en su pecho. Un dolor punzante, una alegría desconocida lo invadió cuando ella lo miró y le sonrió. Sintió ganas de gritar aún sabiendo que jamás saldría de sus labios un sonido. Para él fue suficiente. Esa noche no durmió bajo el puente. Esa noche Pedro reposó en la escasa yerba, extendió sus brazos al cielo; esa noche sus pensamientos iban como el río, abajo, hacia la represa, se juntaron tanto, que su cabeza explotó en mil colores, hasta que su corazón dejó de latir.

Aquí no cabría preguntarse ¿y qué sucedió con la chica? Ella es irrelevante, a pesar de ser la causante de toda su agonía. El lector sólo se preocupa por Pedro y sufre con él o se alegra porque sus penas hayan terminado. Eso es para mí focalización.

Los primeros pasos


Mi incursión en el mundo de la escritura sucedió como suele pasar todo en mi vida: en el debido momento. Cuando hace ya varios años decidí dedicarme al diseño de modas, también lo hice en el momento justo. Estaba cansada de trabajar para otros, y pensé que era hora de tener mi propia empresa. Siempre tuve una idea bastante acertada de la moda, de lo que vendría, de lo que se usaría, y tal vez debido a ese sexto sentido que tenemos muchas mujeres al respecto, avancé con relativo éxito en un mundo que para algunos puede que sea superficial, pero que a la mayoría de las mujeres nos encanta. Creo que soy una mujer con suerte, pues tengo la fortuna de toparme con las personas que me abren camino. Así fue como al cabo de pocos años, y casi sin proponérmelo, me encontré vistiendo a las misses, y algunas revistas posaron sus ojos en mí. Hace varios años ya de aquello, pero aún guardo La Revista de Gran Clase, Variedades, Ronda, un semanario llamado Mujer, Mujer, entre otras; donde por primera vez supe lo que era ser entrevistada y verter mis ideas respecto a lo que yo pienso de la mujer y la importancia de su apariencia.Fue cierto día a principios del 2001, cuando decidí que era el momento apropiado para pasar a papel las ideas que rebosaban mi mente. Al dibujar los diseños en el tranquilo ambiente de mi taller, mientras escuchaba la suave música a la que soy afecta, fue tomando forma mi primera novela, y como aprendí que una no se debe conformar con decir: ¡cómo me gustaría ser una escritora! Sino que soy de las que se preguntan: ¿Qué puedo hacer para ser una escritora?, la respuesta apareció: Ponerme a escribir. Y eso hice un sábado. Me senté frente al ordenador y empecé las primeras cuatro páginas de “El pacto”.Han pasado siete años desde entonces. Y son en total nueve las novelas que he escrito. ¿Increíble, verdad? Tomando en cuenta que el último año no escribí. Lo que hice fue corregir. Creo que ahora que he aprendido un poco más, me asombra haberlo logrado. “El pacto” fue una novela ingenua, a pesar de que el tema es formidable, pero reconozco que estuvo mal escrita. La impaciencia por publicarla hizo que mi esposo decidiera obsequiarme un gran regalo, y se ofreció a pagar una autoedición. Yo no sabía qué había que hacer para publicar, suponía que todos lo hacían pagando por ello. Vi en una revista un aviso que parecía de esos que prenden y apagan, como los letreros de neón: “¿Deseas publicar tu manuscrito?” y yo pensé: ¡sí!Athena Press se llamaba la empresa y su cercanía a Venezuela fue lo que más me animó a tomar el paso decisivo, pues estaba ubicada en Miami. Fue una larga agonía de dos años, y no quiero decir cuánto costó en dólares, pues me da vergüenza. Lo reconozco. Sólo diré que al final, la editorial se mudó a Londres, no hizo las correcciones que debió hacer, no fue un ejemplar de tapa dura, la portada fue un fiasco, y en la contraportada encontré más errores gramaticales de los que soy capaz de escribir en toda una novela completa. No hubo presentación, promoción ni venta en librerías. Esa fue mi primera experiencia. Me sirvió para investigar el mundo editorial y comprender que debía tratar con una empresa seria. Es probable que existan contados casos de escritoras que publican pagando sus libros y lleguen a tener éxito, pero no fue mi caso.Mi segunda novela, “La búsqueda” la escribí en seis meses, y pasé corrigiéndola casi cuatro años, mientras escribía las otras siete. El 2006 me dediqué totalmente a ella, y como dije anteriormente, siempre encuentro a personas que me abren caminos, y gracias a un amigo que conocí en uno de los foros literarios que frecuentaba en mi afán de aprender, logré darle el vuelo literario que le hacía falta. La presenté a Roca Editorial y aceptaron publicarla. Ver más.
Hasta aquí llegué en la primera incursión de mi blog. Después continuaré mi historia, donde hablaré de mi experiencia con Roca, de los foros literarios, de los blogs, de literatura, y de lo que algunos llaman: “el cerrado círculo del mundo literario”.