lunes, 29 de junio de 2009

LOS CHOCOLATES, Blanca Miosi


Ahora comprendo todo. Antes no lo entendía. Cuando la abuela gritaba diciendo que era igual a mi madre y yo captaba las miradas furtivas de mi padre. Cuando él prefería evitarme. Cuando mi hermana decía que sentía vergüenza de estar a mi lado en la escuela. Y todo porque me gustaban los chocolates. ¿Qué podía hacer si en casa jamás me los daban? Y yo sabía que a mi hermana sí.

La última vez que el hombre me llevó en su coche con la promesa de obsequiarme un chocolate, mi hermana me vio. Y empezaron los problemas. El hombre no apareció más y yo me quedé sin chocolates. “¿Qué hacías con el hombre?” Me preguntaban, en lugar de tratarme como a Ema, mi hermana, la bonita de la casa. Porque he de reconocer que yo era lo opuesto a ella: Ema, la de la cara de ángel, la del cabello dorado, la delicada Ema. Siempre había que ayudarla, desde limpiar sus zapatos hasta hacer sus tareas. Y siempre mi padre tenía una mirada tierna para ella. Yo, la del cabello negro y los ojos huraños, la de la boca grande y cuerpo flaco como una percha debía arreglármelas para obtener un poco de cariño. ¿Qué hacía con aquel hombre? Recibía cariño. Eso era lo que hacía. Él me acariciaba, besaba mi rostro, mi boca, y me sentaba en sus rodillas. Y yo me abrazaba a él. Sentía que le importaba aunque sea por pocos momentos, y, además, me daba un chocolate, de esos envueltos en papel platina y celofán. El último día me obsequió uno con un hermoso lazo rojo. Pero eso no lo entendería mi abuela, ni mi hermana. Menos mi padre que yo sentía que cada día me odiaba más.

En la secundaria no cambiaron mucho las cosas. Mi hermana seguía siendo la mimada, y yo, la relegada. Y mientras ella con ese aire de niña buena siempre conseguía una pareja para salir, yo debía apelar a mi astucia para que los chicos me quisieran. Chicos... nunca me faltaban, pero no comprendía por qué ninguno quería ser mi novio. Aunque debo reconocer que algunos me compraban unos chocolates muy ricos, casi tan deliciosos como los del hombre aquél que guardaba en mi memoria. Yo ponía en práctica todo lo que había aprendido con él. Las chicas me odiaban y los chicos me buscaban pero luego me dejaban. A pesar de mis esfuerzos por complacerlos, a pesar de que aceptaba sus peticiones, a pesar de todo, nunca un chico me tomó en serio. Parecía que después de haberme dicho que yo era única y que morían por mí, tenían vergüenza de caminar a mi lado. Todo era a escondidas, como si fuese demasiado malo estar conmigo.

“Eres igualita a tu madre”, seguía repitiendo la abuela. No sabía entonces cómo había sido mamá. Nunca la conocí. La abuela era una mujer fuerte, vieja, pero resistente. El delicado era mi padre. Un día al regresar de la escuela mi vida cambió para siempre. Encontré a mi padre en cama, estaba agonizando, creo que de un infarto o algo así. Nunca lo supe porque nadie se tomó la molestia de informarme. Mi abuela dijo que debía empezar a buscar trabajo porque hacía falta el dinero y aunque yo deseaba seguir estudiando fue mi hermana la que terminó la secundaria. Y yo, al igual que lo había hecho mi madre, según decían, empecé a trabajar de mesonera en una cafetería. Todo mi sueldo lo entregaba a la abuela, que cada vez era más arisca conmigo, y mi hermana cada día más exigente. Decidí entonces cambiar las cosas. No soportaría más vejaciones, y un día cuando la abuela dormía la siesta, tomé el cuchillo grande, el que tenía más filo y con el que cortaba la carne y le rebané el cuello. Fue bastante más sencillo de lo que había pensado. La sangre salió disparada a borbotones manchándome la ropa, la cara, el cuello y mis manos. Ella murió durmiendo. Una muerte tranquila, hermosa, como si estuviese soñando. Cuando llegó Ema me encontró sentada en la cama a su lado, comiendo los chocolates que guardaba bajo llave. Por fin pude probar los que le daban a Ema. Siempre supe que mi hermana era demasiado avara, al verme comiendo los chocolates lanzó un alarido que parecía una sirena de ambulancia, y siguió gritando a pesar de que le dije que callara. Salió corriendo y se encerró en nuestro dormitorio sin dejar de gritar, aquello me puso muy nerviosa, pero no podía hacer nada, así que me armé de paciencia y esperé a que se cansara mientras terminaba de comer la barra de chocolate. Esa noche no pude dormir esperando a que Ema abriese el cuarto pues dormíamos juntas. Pero siempre fue muy egoísta y una vez más solo pensaba en ella. Aguardé la madrugada y fui por el jardín esperando encontrar la forma de abrir la ventana. Estaba cerrada, pero logré abrirla utilizando con sigilo el cuchillo. Una vez dentro, me acerqué a su cama. Ella despertó, pero después quedó quieta, con los ojos abiertos y una expresión de estupor grabada para siempre en su hermoso rostro. Aquel día había sido muy pesado. Me invadió el cansancio y me eché a dormir con ropa y todo pensando en los chocolates que me esperaban en el cuarto de la abuela.

Ahora entiendo cuando mi abuela me gritaba diciendo que era igual a mi madre. Comprendo las miradas furtivas de mi padre. Es porque a ella también le gustaban los chocolates. Ahora lo sé con certeza.

B. Miosi

jueves, 25 de junio de 2009

Entrevista a Blanca Miosi por Cadena SER

El 23 de junio será un día muy importante en mis recuerdos. Fue el día en el que me entrevistó Héctor Guillén de Cadena Ser, emisora radial de España, a las 12:35 hora de España y 6:05 hora de Venezuela. Un madrugonazo, como dijo Héctor. Pero para mí no fue así, estoy acostumbrada a empezar el día muy temprano.

Pero una noticia que me llegó durante el día fue la que encontré en el blog de MJesus: El Trebol de CuatroHojas . Cuál no sería mi asombro cuando volví a ver la portada de El legado, (días antes ella me había dedicado unas líneas) y al lado la palabra mágica "Agotado". Sí amigos, claro que no en todos lados, como quisiera, ja, ja, pero sí en El Corte Inglés de Sevilla, en la tienda que está frente al Hotel Los Lebreros, según ella explicaen su post. Y pensar que no pudo conseguir la novela... ¡Muchas gracias MJesus por ese detallazo!

Aquí les dejo los enlaces para quienes deseen escuchar la entrevista, una es un link directamente a la editorial, en mi perfil podrán descargarla: http://www.editorialviceversa.com/files/llibre.php?id=7

Para quienes se les haga difícil, les dejo el link directo a Sendit:
https://rcpt.yousendit.com/705438878/6943772f60c43b26e3ba714a2539d4b2

martes, 23 de junio de 2009

De la Casa del Libro, Vigo

Aquí otra foto más, tomada por nuestro querido amigo Febade, en la Casa del Libro, Vigo, Pontevedra, me la envió antes de irse de vacaciones (con el libro bajo el brazo, para terminarlo)

Qué alegría, amigos.


Hoy fue la entrevista, parece que la grabaron para pasarla en algún momento de su programación. Cuando tenga el enlace lo colgaré en el blog, les cuento que me encantó ser entrevistada por Héctor Guillén de SER, fue muy amable y ¡Se había leído el libro!


Bueno, aquí la foto:

jueves, 18 de junio de 2009

Primeras fotos de El legado en librerías

¡El día martes 23 de junio seré entrevistada por la emisora radial CADENA SER a las 12:35 hora de España! http://www.cadenaser.com/player_radio.html

Mientras tanto, aquí las fotos que tomó mi buen amigo Félix Jaime, según dice, la gerente de la tienda FNAC es una guapísima colombiana a la que él convenció de que leyera El legado. ¡Te debo una, Félix!

De El Corte Inglés del Campo de las Naciones en Madrid tuvo que salir corriendo después de hacer ¡click!, ¡pues no estaban permitidas las fotos!, pero con todo y eso, quedaron preciosas.
Son las primeras que recibo, y espero que otros se animen a tomar algunas, así sentiré como que estoy en España paseando por las librerías. ¡Lola, espero la tuya!


lunes, 15 de junio de 2009

Gustave Flaubert, ejemplo de tenacidad

“Como director de un club de novelas, nunca me he cansado de recomendar la lectura de Madame Bovary a los jóvenes que aspiran algún día a llegar a ser buenos novelistas, no para que la imiten, que toda imitación es mala, sino para que aprendan mirándose en tan limpio espejo. En este sentido, no hay en el mundo nada mejor que Madame Bovary, precisamente por ser la menos ‘genial’ de las grandes novelas. No existen escuelas de ‘formación de genios’ ni es imaginable su posibilidad; geniales fueron Dante, Shakespeare, Cervantes y Dostoievski, y el genio se tiene, no se aprende. En cambio, es perfectamente posible aprender a escribir bien, con claridad, con precisión, con orden, con sentido común; aprender a trabajar con paciencia, humildemente, enmendando una y cien veces la cuartilla escrita hasta lograr que diga lo más simple y claramente posible aquello que uno quiere decir; hasta dar a las palabras de la tribu un sentido más puro.

Para lograr aquellas frases de naturalidad perfecta, de claridad y precisión sin par, Flaubert corregía sus cuartillas hasta la tortura: dormía con el Diccionario de la Academia y con la Gramática, confesaba él mismo a una amiga en 1862. Si llegó a ser un mago del estilo no fue por don gratuito, sino mediante rudo aprendizaje, escuchando humildemente los consejos de amigos bien escogidos —Teóphile Gautier, Sainte-Beuve, Bouilhet, du Camp— y poniéndolos en práctica aun a costa de dolorosos sacrificios de amor propio. De todas las cualidades del gran escritor, ésta es la menos natural, la menos espontánea.

Gustave Flaubert tenía veintiocho años cuando en 1849 acabó su primera versión de La tentación de San Antonio. Reunió en su finca de Croisset a sus dos mejores amigos, habituales confidentes y consejeros literarios, Louis Bouilhet y el propio Maxime du Camp, para leérsela. La impresión fue desastrosa, dice éste; ambos le aconsejaron que renunciara a publicarla.

Madame Bovary se debe, pues, a la férrea disposición de Flaubert de convertirse en un buen escritor y a la humildad con que éste supo escuchar a sus amigos. Tratándose de una de las obras maestras de la novela de todos los tiempos, ello constituye una gran lección para todos y especialmente para los jóvenes que empiezan su carrera literaria y se sienten con arrestos para llegar a la perfección en este oficio. La humildad no es sólo una virtud moral; es también una insigne virtud intelectual.”

Son extractos de una introducción de veintitrés páginas escrita por Joan Sales, que es a la vez traductor de una de las mejores ediciones de Madame Bovary, publicada por Editorial Planeta.

Gustave Flaubert empezó a escribir su novela en octubre de 1851, y no concluiría hasta el 30 de abril de 1856: cerca de cinco años de trabajo incesante.

Un ejemplo que deberíamos seguir todos los que empezamos en la escritura.

martes, 9 de junio de 2009

HOY ES EL DÍA

Finalmente llegó el gran día. Para mí, claro. Hoy 9 de junio de 2009 mi novela El legado saldrá a la venta en las librerías de España y yo desde el otro lado del Atlántico observaré a través de Internet y por medio de los ojos de mis amigos cómo está dispuesta en las librerías, si hay muchas o pocas, si la gente se detiene a mirarla, o si pasan de largo...

Es mi segunda novela publicada en España y a pesar de ello, siento como si fuese la primera vez. Hay ciertas diferencias con La búsqueda: antes yo ni siquiera tenía un blog, ni tenía los valiosos amigos bloggeros que tengo ahora. Esta vez he contado con maravillosas entradas en los blogs de Lola Mariné, Mjesús, Teo Palacios, Víctor Morata Cortado, Armando Rodera, y también en las revistas Qué Leer, Infoliterata, y en la emisora Radio Cornellá, ¡hasta hay un video de presentación en la web de la Editorial Viceversa! Y lo grandioso de todo esto es que ¡Ya recibí mis primeros ejemplares!

Sí, amigos, esta vez me siento guapa y apoyada, como dicen por aquí. Quiero agradecer a todos los que me han demostrado su amistad con sus palabras cariñosas, que guardaré para siempre en mi corazón. También deseo lo mejor para ustedes, porque cuando se es feliz se desea lo mismo para los demás, para quienes han pasado felicitándome y también para los que por un motivo u otro han preferido seguir de largo, comprendo que no se puede ser monedita de oro para todo el mundo, pero mi felicidad los abarca: ¡Mis mejores deseos para todos!

Hoy termina una etapa y empieza una nueva, con todos los temores que acarrea el tener que esperar para ver qué sucede. Mi deseo mayor es que los que lean El legado disfruten de sus páginas, y ojalá la novela se guarde en su memoria. Sería el mayor regalo que podría recibir.

Hoy respiro profundo y dejaré que los lectores den su veredicto.

Muchas gracias, amigos, por su compañía, por su constancia y por estar siempre al otro lado de la pantalla.

Blanca Miosi

martes, 2 de junio de 2009

Libros que sirvieron de inspiración

"Hay dos maneras de abordar la lectura de un libro, sea cual sea el tema y la opinión objetiva que merezca al lector. Una consiste en recoger la información que el libro facilita y guardarla en la memoria para cuando pueda hacer falta. La otra es un constante encuentro de las ideas aportadas por el libro con las preocupaciones inmediatas del lector, de tal modo que, al margen de los datos y de las ideas que el libro contiene, surja la chispa que avive el contexto existencial del que se lanzó a la aventura de leer, obligándole a confirmar o a replantearse los problemas más candentes de su entorno." Juan G. Atienza

Juan G. Atienza es el principal especialista español en Templarios e Historia de la España Mágica.

No sé si a ustedes les ocurra igual, pero algunos de los libros que he leído han sido francamente inspiradores para mí. De pronto, entre sus líneas surge la idea que sirve para empezar una nueva historia, ya sea porque los planteamientos tratados en él los considero mal encaminados, o porque percibo más allá de la palabra escrita.

En los últimos tiempos una pléyade de escritores se ha dado a la tarea de escribir con relativo éxito acerca de temas que formaron parte de la historia, y el que empezó esta oleada fue sin duda el controversial Dan Brown, con su famoso Código Da Vinci. Esté o no bien escrito —ese punto serviría para otro tema—, es bien sabido que muchas de las ideas las extrajo casi de manera literal de un libro documental llamado El enigma Sagrado, publicado por tres escritores e investigadores: Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, allá por el año 1982. Las pesquisas de estos nacieron a partir de la investigación de un pequeño misterio local en el sur de Francia:

Berenguer Sauniere, un oscuro sacerdote languedociano de las postrimerías del siglo XIX les llevó según dicen los autores por sus propias palabras, metafóricamente hablando, hasta una sociedad secreta o semisecreta: La Prieuré de Sión, que se remontaba casi a mil años antes. Entre los miembros de esta sociedad había varias figuras ilustres que seguían actuando en Francia, y posiblemente en la actualidad en otras partes del mundo. Su objetivo declarado era devolver el trono de la Francia Moderna a la estirpe merovingia. En la investigación que dio origen a El enigma sagrado empezaron a aparecer nombres de figuras como Leonardo da Vinci, Víctor Hugo, y hasta Charles de Gaulle.

Cuatro años después de ese primer libro, los mismos escritores publicaron El legado Mesiánico; esta vez la investigación comienza por los orígenes y la expansión del pensamiento cristiano primitivo y por las discrepancias de dicho pensamiento y lo que hoy se denomina cristianismo: «En verdad, Jesús no fundó el cristianismo, y posiblemente hubo más de un Cristo». Lo que surge, pues, del texto es una imagen del Mesías totalmente opuesta a la que nos llegó filtrada por la tradición cristiana a través de los siglos, y el fracaso de la religión organizada para satisfacer las necesidades del creyente de hoy.

Este fascinante segundo libro nos lleva a replantearnos no ya la tan manoseada hipótesis de que la madre de Jesús tuvo otros cuantos hijos y de que este no muriera en la cruz. Nos lleva por terrenos escabrosos, macabros, en la que por medio de una serie de documentos, entrevistas, y un cúmulo de desinformaciones fraguadas y cuidadosamente diseminadas nos arrastran al submundo de los negocios europeos y norteamericanos donde la política, el Vaticano, las altas finanzas, la masonería y otras sociedades secretas y diversas agencias de espionaje se entrecruzan para tejer un mundo pocas veces imaginado, y nos deja una pregunta en el aire: ¿Existe, como parece deducirse de los argumentos de este libro, una conspiración para dominar el mundo?

Un libro recomendable, sobre todo para escritores que buscan inspiración, para a partir de él iniciar una historia que contenga los ingredientes básicos de un best seller. Eso sí: cuídense de dar a su obra una pátina de alejamiento. No vaya a ser que les espere una demanda de los autores, como le ocurrió a Brown.

Después de todo esto, concluyo con una pregunta lógica: ¿Por qué tres escritores tan meticulosos, inteligentes y acuciosos, como Baigent, Leight y Lincoln se dieron a la tarea de publicar libros con tal cantidad de datos comprobables, y plantear hipótesis y teorías tan endiabladamente interesantes, y no utilizarlas para crear una novela? Con seguridad su trabajo hubiera sido ampliamente recompensado. La única respuesta que se me ocurre es que, a pesar de ostentar una prosa elocuente, convincente y de gran estilo literario, es probable que no posean ese toque sutil, indefinible, que hace que un escritor descolle, y transforme una sucesión de datos y documentos históricos en una novela, un libro que dé la ilusión al lector que al tiempo que se entretiene, «está leyendo historia».

Algo similar ocurrió con Juan José Benítez, cuyos primeros tres Caballos de Troya fueron extraídos por «inspiración directa» de un libro religioso llamado The Urantia Book, publicado por Urantia Foundation de Chicago, en 1955. La diferencia es que Benítez jura que todo lo que él escribe es cierto, es decir, que son experiencias suyas. Cualquiera sea la manera de encarar sus novelas, no se puede negar que sus Caballos de Troya son lo suficientemente «originales» por lo menos en su planteamiento, y es lo que dije líneas arriba: no es necesario ser un investigador acucioso para crear un éxito de ventas. Lo importante es poseer ese toque sutil que transforma una historia interesante en un libro inolvidable.

B. Miosi