domingo, 27 de marzo de 2011

STEPHEN KING: Mientras escribo


Acabo de leer Mientras escribo, un libro escrito por Stephen King; diferentes a cuantos había escrito hasta el 2001, año de su publicación. La primera parte es algo así como una autobiografía, aunque el autor dice que no pretende serlo.  Pero para mí como lectora, resultó interesante conocer la génesis de este prolífico autor.  Stephen King escribe desde muy joven, casi un niño, alentado por su madre y su hermano mayor, un chico inquieto que fundó una pequeña revista en el pueblo de Stratford, Connecticut. Stephen hacía de periodista y se ocupaba de los chismes del pueblo, al mismo tiempo escribía cuentos que enviaba a una editorial e invariablemente recibía rechazos, es una parte de su vida que resume con claridad su formación como escritor.

A continuación, copio lo que para mí equivale a un aprendizaje invalorable en este libro:

«Los dos años que faltaban para acabar el instituto me depararían muchas clases de literatura, y la facultad muchas de narrativa y poesía, pero aprendí mas en diez minutos con John Gould.

Ojalá conservara el artículo, porque merecería enmarcarse con las correcciones, pero guardo un recuerdo bastante claro del texto y de su aspecto después de que Gould lo hubiera repasado con el bolígrafo negro. He aquí un ejemplo: (Las palabras en negrita están tachadas en el libro original)

Anoche en el popular gimnasio del instituto de Lisbon, la hinchada local y la de Jay Hills reaccionaron con el mismo asombro ante una proeza deportiva sin parangón en la historia del centro. Bob Ransom, cuya estatura y puntería le han granjeado el apodo de «Bob, el Bala», marcó treinta y siete puntos. No, no han ustedes leído mal. Lo hizo, además, con elegancia, rapidez... y una educación poco frecuente, que se tradujo en dos únicas personales en toda su búsqueda caballeresca de un récord que no se había roto en Lisbon desde los años de Corea... 

Al llegar a «los años de Corea»,  Gould interrumpió la lectura y me miró.
—¿De qué año era el último récord? —preguntó.
Suerte que yo tenía mis apuntes.
—De 1953 —contesté.
Gould gruñó y siguió corrigiendo. Cuando terminó de marcar el texto tal como aparece encima de estas líneas, levantó la cabeza y vio algo en mi cara. Debí de parecerle horrorizado, pero estaba en éxtasis. Pensé: ¿por qué no hacen lo mismo los profesores de lengua? Era como el «hombre visible» que tenía Diehl en su mesa del aula de biología.
—Oye, que sólo quito lo que está mal, ¿eh? —dijo Gould—.En general es muy correcto.
—Ya —dije yo, refiriéndome a las dos cosas: a que en general era muy correcto y a que sólo quitaba lo que estaba mal—. No se repetirá.
Él rió.
—Pues entonces nunca tendrás que ganarte la vida trabajando. Podrás dedicarte a esto. ¿Quieres que te explique alguna de las correcciones?
—No —dije yo.
—Escribir una historia es contársela uno mismo —dijo él—. Cuando reescribes, lo principal es quitar todo lo que no sea la historia.»

 A menudo me hago la siguiente reflexión, y es la pregunta que suelo hacer a los escritores que entrevisto: ¿Ayuda seguir un curso de narrativa para ser un buen escritor?

«Suelen preguntarme si creo que el escritor novel de ficción puede sacar algún provecho de las clases o seminarios de escritura. Demasiado a menudo, los que me lo preguntan buscan una varita mágica, un ingrediente secreto o quizá la pluma mágica de Dumbo, artículos que, por atractiva que sea la publicidad, no se encuentren en las aulas. Personalmente no creo mucho en las clases de escritura, pero tampoco estoy del todo en contra.»

«Como mínimo, los cursos y seminarios de escritura suelen tener la siguiente ventaja: que en ellos se toman en serio las ganas de escribir narrativa o poesía. Para los aspirantes  a escritores que han sido objeto de condescendencia por parte de amigos y parientes (un comentario típico es «de momento mejor que no dejes el trabajo», que suele pronunciarse con una sonrisa odiosa), no hay nada mejor. Las clases de escritura son de los pocos lugares, si no el único, donde no está mal visto pasar porciones generosas de tiempo libre en un mundo de sueños. Aunque ¿necesitas permiso de alguien para visitarlo? ¿En serio? Para creerte escritor, ¿tiene que hacerte alguien una cartulina de identificación donde figure la palabra? Espero encarecidamente que no.»

Y lo que dice a continuación, una reflexión suya acerca del libro-manual: Mientras escribo:

«Al proponerle la idea de un libro sobre la escritura a mi editor de Scribner, lo hice con la sensación de saber mucho sobre el tema; casi me explotaba la cabeza de querer decir tantas cosas. Ahora no niego que pueda saber mucho, pero hay muchas cosas que han acabado por resultar aburridas, y he descubierto que el resto, por lo general, tiene más relación con el instinto que con algo parecido al «pensamiento  elevado». El esfuerzo de poner por escrito esas verdades instintivas me  ha costado sudor y lágrimas. Por otro lado, en plena redacción de este libro ocurrió una de esas cosas que, como suele decirse, te cambian la vida. Enseguida lo cuento. Ahora sólo quiero dejar claro que he puesto todo mi empeño. Queda otro tema por abordar, uno  que está directamente relacionado con el hecho decisivo al que acabo de referirme, y del que ya he hablado pero sólo de manera indirecta. Ahora voy a coger el toro por los cuernos. Es una pregunta que me hace la gente de distintas maneras. Hay quien me la hace educadamente  y hay quien a lo bestia, pero  siempre se reduce a lo mismo:

«Oye, ¿tú escribes por dinero?»

La respuesta es que no, ni ahora ni nunca. No niego que mis libros me hayan dado mucha pasta, pero nunca he escrito ni una sola palabra pensando en que me la pagarían. A veces he escrito para hacerle un favor a un amigo, pero no se puede definir  de ninguna manera peor  que como una especie de trueque rudimentario. Siempre he  escrito porque me llenaba. Puede que sirviera para pagar la hipoteca y los estudios de los niños, pero eso era aparte.
Yo he escrito porque me hacía vibrar. Por el simple gozo de hacerlo. Y el que disfruta puede pasarse la vida escribiendo.»

Creo, al igual que Stephen King, que escribir más que un oficio, es un placer, y podría ser un error abandonar el trabajo que nos proporciona el pan de cada día para dedicarnos de lleno a la escritura, a no ser que firmemos un contrato por arriba de las seis cifras altas. Mientras tanto, continuaremos con la satisfacción de ver publicadas nuestras obras para que sean compartidas por un segmento del público, aquel que compra y se atreve a leer a escritores noveles.

B. Miosi

miércoles, 23 de marzo de 2011

Donde el río se vuelve mar...

Pues estoy aquí, de vuelta atrás
buscando algo perdido, escondido, olvidado, sepultado.
No lo sé; lo cierto es que a veces, encuentro
pedacitos de pasado que no termino de entender,
a veces extraño los colores de la gente,
los rostros de todos y de nadie... estoy de vuelta,
feliz de encontrar la misma tierra amarga y dulzona,
la misma lluvia. De sentir que los ríos corren por el mismo lugar
y hacia el mismo punto... feliz de vivir entre fantasmas
como si el tiempo se hubiera detenido...
he vuelto buscando paz,
justo cuando mi planeta viaja incontenible por el cielo,
corrompiendo la quietud de mi corazón herido
provocándome en el pecho unas ganas terribles de llorar,
de buscar entre las sombras a los dioses,
para abrirme el pecho y expulsar a los demonios de mi alma,
mientras las estrellas cantando alegres y feroces
me llaman incitando a la locura,
buscando razones para ir allá,
donde el río se vuelve mar... a gritarle maldiciones al destino...

domingo, 20 de marzo de 2011

De foros y foreros


El mundo virtual es mucho más de lo que se piensa.  Para los que hemos conseguido la manera de adaptarnos a él es un descubrimiento que nos lleva fuera de nuestras fronteras, que nos permite mantener relaciones con personas a quienes jamás hubiéramos conocido de no ser por frecuentar algunos lugares, sitios que unos llaman redes sociales como Facebook, por citar el más conocido, o los pioneros: Los foros.  Y también los blogs, por supuesto.

Existen cantidades de foros en la red.  Muchos de ellos dedicados a una actividad específica: los hay de gastronomía, de fotografías, de pinturas, los dedicados a fechas o eventos como la Segunda Guerra Mundial, hay foros religiosos, laicos, de vampiros, de música y no sigo nombrando porque pasaría todo el día.

Pero hay un renglón que requiere sin ninguna duda de un foro especial, y este es La Literatura.  Me refiero obviamente a los foros literarios, que se encuentran regados en la red con más o menos éxito, y cuando hablo de éxito, me refiero no a la cantidad de sus miembros o participantes, sino a la calidad de los mismos.

Como ya dije en oportunidades anteriores, uno de los foros que más disfruté fue el de Bibliotecas Virtuales, pero después de su cambio de formato es poco atractivo, y muchos de los que allí frecuentaban se mudaron a otros sitios como El Recreo, Yo Escribo, y Prosófagos, en estos momentos cerrado aunque los administradores digan que se ha vuelto a abrir.

Yo participé hasta hace pocos días en Prosófagos, y al igual que otros compañeros, de un momento a otro nos vimos fuera.  No sé si existirá un proyecto sustitutivo, tipo club privado para evitar la entrada de indeseables. No me parece plausible, porque un foro debe ser público para que haya vida, crezca y prospere.  Actualmente algunos de los ex-prosófagos nos hemos mudado a Prosadictos pues necesitábamos un lugar donde volver a empezar.

Podría parecer extraño que una escritora que ha publicado, que tiene agente y que supuestamente no necesitaría frecuentar un foro literario, lo haga.  No es tan raro. En el foro he aprendido mucho de lo que vierto en mis novelas, he conocido escritores que han llegado a publicar, puedo tener la primicia de leer el primer capítulo de una obra inédita de un escritor reconocido, o aprender de personas que sin ser escritores, saben mucho más del lenguaje escrito que muchos de los que son profesionales en la materia.

Me gustaría encontrar un foro serio, y con esto me refiero a que sus participantes compartan el amor a la escritura en la misma medida que yo, y eso solo podría ocurrir en un foro literario, con unas normas claras y con sentido común, simplemente eso.  En todos lados entran desestabilizadores de foros, algunas veces no lo son, lo parecen por su comportamiento, pero de todo hay en este mundo. Blancos, negros, chinos, indios, y en su mayoría mestizos, y ahora más que nunca lo somos, somos producto de un mestizaje de ideas, de palabras, de intenciones, y debemos aprender a vivir con eso.

Si en algún momento se creara un foro con participantes de Prosófagos, con seguridad me registraría, no es tiempo perdido, puedo ganar mucho y aportar también.

Desde aquí,  desde este blog que es mi esquina, sugiero a los ex-prosófagos que se organicen con seriedad, pueden reunirse en el foro de Daniel.  Es necesario un lugar para poder empezar, y creo que unidos se puede conversar mejor que regados en diferentes sitios.  Es el lugar idóneo porque es casi una extensión de Prosófagos, me refiero a que sus miembros serían los fundadores del nuevo foro.

Y bueno, creo que es todo por hoy, un domingo solitario en este rincón del mundo, Caracas.

B. Miosi

viernes, 18 de marzo de 2011

El poder pasa del editor al lector


ENTREVISTA: EDITORES ANTE EL FINAL DE LA ERA GUTENBERG (2) RICCARDO CAVALLERO DIRECTOR GENERAL DE LIBROS GRUPO MONDADORI


Lo primero que dice Riccardo Cavallero cuando se sienta ante la mesa del comedor de su casa, un edificio en el que vivió el fundador de Mondadori, Arnoldo Mondadori, en Milán, es que este cambio va en serio; aquello que siempre se dijo, que un día iba a cambiar este universo, es por fin verdad. Y en una frase muy simple ("El poder pasa del editor al lector"), este mánager de editoriales que ha cruzado de Europa a América y luego ha hecho el viaje de vuelta, pasando por España, propone actuaciones ante la nueva situación. Gutenberg está todavía por ahí, y seguirá, pero Internet, "lo digital", como dice él, marca ya el futuro.
Cavallero es director general de Libros de Mondadori para Italia, España y América Latina; Mondadori engloba los sellos Einaudi, Piemme, Sperling a Kupfer, Mondadori y Random House Mondadori. Él nació cerca de Turín, tiene 48 años; está casado con Teresa, toscana, y tiene un hijo, Giulio, de 13 años, nacido en Barcelona. Además del amor a Cadaqués, dejó en España (donde ocupó diversos cargos editoriales, primero en Grijalbo y después en Random House-Mondadori) muchos afectos (entre otros, el de su añorado maestro Toni López) y experiencias que ahora forman parte de su memoria de editor... La suya ha sido una tarea ejecutiva, como consejero delegado de Random House-Mondadori primero en Nueva York y después en Barcelona...
Es economista y nadador. Acaso esas dos características le sirvan ahora para saber cómo se nada en las aguas del futuro en el que aún flota el universo Gutenberg.
Pregunta. Es la primera vez que cambia algo de verdad, parece.
Respuesta. Sí, por primera vez está cambiando el mundo editorial. El digital supone un gran impacto porque el poder pasa del editor al lector. Desde Gutenberg no cambia nada. Hubo cambios mecánicos, pero el proceso y el negocio no cambiaban. Los editores tenían el poder de decidir lo que se leía en un país. Esto conllevaba que los editores malentendieran su actividad, que la hayan confundido con la de impresor o distribuidor, olvidándose de la de editor.
P. Y con el libro digital, esto cambia.
R. El poder pasa al lector, que es quien decide lo que quiere, cuándo lo quiere, cómo lo quiere y a qué precio. Podríamos compararlo con la revolución de Copérnico. No es el mundo el que da vueltas alrededor de la Tierra, sino que la Tierra es un planeta que da la vuelta alrededor de un sol, el consumidor, el lector. Este es el gran cambio.
P. ¿Y se recibe naturalmente?
R. El mundo editorial no está listo para esto. Lo que marcará la diferencia -como con los dinosaurios- es que para sobrevivir hay que cambiar de hábitat. Y hay muchos que en este momento no tienen la fuerza mental para cambiar su forma de trabajar...
P. Al menos ya está el e-book ocupando su terreno..., y las editoriales son las que los están adoptando...
R. El e-book como tal no vale nada. Ya nace viejo. Lo importante es la revolución digital, cambiar nuestra forma de trabajar contando con el lector que está al otro lado. Tenemos que entender por primera vez lo que el lector quiere. Hasta ahora hemos vivido en una burbuja de lujo donde podías casi prescindir de lo que el lector quería.
P. ¿El editor tiene que ser distinto?
R. Lo será sin duda. Ha habido un momento en que no se sabía si el editor era impresor o distribuidor... Cambia la forma de vehicular y entregar un contenido. Creo que en cinco o diez años el editor será un bibliotecario. Manejaremos un contenido que tendremos que alquilar. Ya no seremos propietarios de algo, sino que poseeremos lo que nos sirvan en el momento.
P. Entonces, el papel del editor será menos importante.
R. Seguirá siendo muy importante, pero no será el mismo, será un poco diferente. La revolución digital es un cambio impresionante, pero lo que no cambiará durante un tiempo largo de este camino es la forma de creación, de escribir. Lo digital no va a influir en esto a corto plazo. El escritor hará experimentos. Ya se han hecho libros de SMS, libros para móviles... En esta primera fase hay una gran borrachera: el autor está convencido de que el editor ya no le sirve, que es el agente el que tiene que hacer su labor. Lo que ocurre es que hoy día encuentras un montón de informaciones disponibles, montones de libros que uno se puede autoeditar sin ningún problema, pero no sabes cómo manejarlo... El editor encontrará y mantendrá su papel, que es el de enseñar a hacer una selección, y por otro lado tendrá que estar muy atento a lo que los lectores quieren... Si no, se quedará fuera. Las posiciones de privilegio de estos últimos siglos, reducidas básicamente a la distribución física, se acaban... En diez años, esto no existirá. Los editores de grandes grupos, que han basado su éxito en la distribución, tendrán que buscar nuevas ventajas competitivas porque todo esto se va a liberar...
P. ¿Qué va a pasar con los derechos de autor? ¿Se escurrirán como el agua en la cesta, como cantaba Harry Belafonte?
R. ¡Ja, ja, ja! Más o menos. Sí es verdad que cambia el papel del editor. Será un editor que no venderá algo, sino que lo prestará. Creo que en el mundo digital, el editor tendrá lo que hoy día es una televisión de pago, con unos canales que venderá por suscripciones... Entonces inevitablemente tiene que buscar también la fórmula de liquidar los derechos. Estamos acostumbrados a hacerlo de una manera simple: liquidamos los derechos por cada ejemplar vendido. Esto ya no puede ser así, como en las películas de cine. La entrada generaba unos derechos para la película. Creo que eso tendrá que cambiar también con respecto a los libros. Es más complicado, porque el cambio se producirá en unos veinte años, posiblemente. Y hoy día el digital ya está generando muchos problemas para los abogados porque es difícil cuantificar el dinero necesario para pagar los derechos. Ese es el problema.
P. ¿Usted cree que se entenderá que no compramos el libro, sino que lo tenemos en préstamo?
R. Cuidado. Como editores, el partido lo ganará quien consiga trabajar sobre el contenido. Mi objetivo es vender, y por eso no creo que desaparezca el libro en papel. Como en los periódicos, creo que estamos en el amanecer del digital. Si yo compro el Financial Times desde la suscripción digital, tengo también derecho a recibir la copia en papel. Igual que un libro. Si quiero venderte el último libro de Murakami y tú compras el libro físico, con el precio que me estás pagando por ese libro tienes derecho a otras opciones: lo tienes en papel, lo tienes en digital. Y esta es una forma de comprar que seguirá existiendo, pero conectadas ambas formas, porque el papel sin digital no se podrá hacer a corto plazo...
P. Y luego está el alquiler...
R. Sí, la forma por la que opta otro tipo de lector que no quiere comprar ese libro, sino que quiere alquilarlo, como en una biblioteca. El que dice: "Yo quiero una suscripción de diez euros al mes con la que tenga acceso a una oferta de libros". Y esos libros pueden ser todas las novedades, o toda la novela rosa, o lo que sea... Son dos clientes diferentes, pero, cuidado, son dos formas de disfrutar de un libro... Puede ser que mucha gente quiera comprar libros de Murakami, García Márquez o Vargas Llosa para conservarlos en la biblioteca y prefiera otros libros de entretenimiento, como la novela histórica, con la que disfrute leyendo pero que no quiere guardar en casa...
P. El editor parece el capitán de un barco, y el mar convoca dos sensaciones: soledad y miedo. ¿Tiene usted ahora alguna de esas dos sensaciones?
R. Si me permite bromear, soy muy bueno en natación y por eso el mar no me da mucho miedo. El mar te produce una sensación de profundo respeto porque sabes que tienes delante una ola muy fuerte que te puede arrastrar. En el mundo literario ocurre más o menos lo mismo... Producir libros es la cosa más simple. El trabajo de un editor es entregar los libros al lector de una forma clara e inteligible y eso solo lo puedes hacer a través de tus colecciones y de tus sellos. Y desde el punto de vista de la gestión, de la que también me encargo como publisher [el responsable global de una editorial], de eso es de lo que me encargo. La empresa se construye alrededor de la figura de los editores; ellos son el corazón del negocio. Mi receta es muy simple, es la única que conozco y es la que aplico en América, en Europa, y hasta ahora ha funcionado. Nada de soledad o de miedo. El miedo empieza cuando empiezas a olvidarte de esto y subes la producción para llegar a una facturación que es efímera, a recoger devoluciones...; es entonces cuando el mar te hunde y acabas como en la película La tormenta perfecta.
P. ¿Estamos en una tormenta?
R. No, no es ninguna tormenta. Estamos en el momento del gran cambio por lo que ocurre con el digital. Un momento en el que debemos tener las agallas de renunciar a los privilegios que hemos conseguido, y que nos han mantenido como líderes hasta ahora; es un momento para reinventar nuestro trabajo; como todos los momentos de cambio, este puede ser doloroso, incómodo, porque como mínimo hasta ahora lo controlabas todo, lo sabías todo de tu mundo. Ahora hay que asumir riesgos, hay que tener mucha curiosidad, experimentar y, sobre todo, estar entrenados para equivocarnos. Quien en los próximos cinco años no se equivoque, y no se equivoque de manera importante, creo que no llegará a los diez años.
P. Ya hay riesgos. El pirata está ahí esperando a que sea rentable robar libros.
R. Sí. La piratería es un hecho muy serio, muy doloroso, en algunos países más que en otros. Pero, si me lo permite, los piratas son los únicos que conocen de verdad los best sellers. Para un autor, ser pirateado es casi una satisfacción porque significa que está vendiendo mucho. ¡El pirata nunca se equivoca...! Ahora, hablando seriamente, el asunto de la piratería es correcto combatirlo todo lo que se pueda, pero si le digo la verdad, la responsabilidad de la piratería (hablo de la digital sobre todo) la tienen los editores... La música no tenía barreras de idioma, la vendían muy cara, te obligaban a comprar un cedé para que terminaras escuchando una sola canción. A nivel comercial, esto era sin duda un estímulo para piratear. Todos hemos pirateado música; a los doce o a los quince años hemos grabado una canción de un disco para darle una casete a una novia que nos gustaba. Creo que no hay nadie en el mundo que no lo haya hecho. Por tanto, no hay que asustarse por eso.
P. Pero es un problema para el editor...
R. Cuando la piratería se convierte en un fenómeno económico tan relevante, no es la policía la que lo tiene que solucionar. Hay que buscar una solución económica a nivel editorial. Para el libro, sin duda, ha sido la edición de bolsillo, que no ha tenido hasta ahora un desarrollo completo ni en el mundo de habla hispana ni en el italiano. Pasará lo mismo con el libro digital. Piratear el digital es mucho más fácil. Y además, si el consumidor digital quiere algo, lo quiere ya, no está dispuesto a aceptar los planes de la editorial. Lo quiere ya, y si lo encuentra en otro sitio, lo piratea.
P. ¿Así de fácil?
R. Yo no soy un pirata, pero me cargo los Beatles en mi iPod si no los puedo comprar. En el digital, lo que los editores tienen que entender cuando digo que perdemos el poder es esto: nosotros no mandamos ya, ya no decimos: "Esto te lo doy, esto no te lo doy". Alguien dice: "Si no me lo das, lo encontraré, existe en algún lugar del mundo...". Tenemos que cambiar nuestra actitud, perder el poder significa que no mandamos nosotros y que tenemos que respetar de verdad al consumidor. Respetarlo significa darle lo que quiere y al precio que quiere. Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, saber construir una estructura económica que pueda aguantar este cambio. Si no somos capaces, no mereceremos seguir como editores. Eso se llama selección natural. ¡Creo que Darwin sigue siendo mi luz!
P. ¿Todo el poder es del consumidor?
R. No. El poder lo tienen el escritor y el consumidor. El editor es un intermediario, un contacto. Lo que hará es poner en contacto al escritor con su público, que también cambiará porque es un público que tiene una comunidad de intereses, ya no es el público de antes que todos conocíamos. No. Se sabía quiénes eran aquellos a los que les gusta la novela rosa en la que hay sexo... Con la novela digital estamos vendiendo mucho más el sello de la novela rosa porque hay mucha gente que se avergüenza de ir por la calle con un libro rosa. Y se lo lee en el digital. Como pasaba con el porno, que lo llevabas dentro del Financial Times... Por volver al principio, ¿pierde poder el editor? Sí, por supuesto, tiene que perderlo. El poder lo tiene el autor que escribe, y mi trabajo como publisher es ponerle en contacto con su público. Si no, el autor me dejará por otro que sabe cómo llegar a su público. Antes el problema principal era saber distribuir y llegar con la distribución, y eso era verdad tanto para el editor grande como para el pequeño. Ahora no hay distinción entre el editor grande y el pequeño. La herramienta ha bajado tanto el coste que ya no existe esa diferencia. Ahora no hay excusas para decir que uno no consigue ser exitoso porque es pequeño y los grandes grupos lo están matando. Ahora se va a ver de verdad quién vale algo.
La selección
Le pedimos a Riccardo Cavallero una selección de sus preferencias como lector. Su estantería es un reflejo de su gusto, "pero no la puedo poner toda". Así que le faltan, en esta lista, "Faulkner, Lobo Antunes, Primo Levi, Dickinson, Phalaniuk, Orwell, David Foster Wallace, Pamuk y muchos, muchos más".
Y del uno al diez nos enumeró estos como los libros de su preferencia:
1. El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger.
2. Moby Dick, de H. Melville.
3. El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez.
4. Desgracia, de J. M. Coetzee.
5. El barón rampante, de Calvino.
6. El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas.
7. Una historia conmovedora, asombrosa y genial, de Dave Eggers.
8. Pastoral americana, de P. Roth.
9. Gomorra, de R. Saviano.
10. El proceso, de Kafka.
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/poder/pasa/editor/lector/elpepusocdmg/20110313elpdmgrep_4/Tes
(JUAN CRUZ 13/03/2011)