viernes, 27 de junio de 2014

Ciclo Tres Ases de la literatura: Rafael R. Costa

Hoy viernes, día elegido para hablar de un escritor muy especial.

Como he dicho en entradas pasadas soy lectora desde pequeña, por mis manos pasaron toda clase de libros y sin haber llegado a ser una especialista en la materia, puedo decir que reconozco un libro cuando está escrito por alguien que va más allá del mero hecho de contar historias, del que no solo se fija en las reglas gramaticales o en la puntuación, sino que tiene la virtud de envolvernos con sus palabras y al mismo tiempo que nos enteramos de la trama de sus obras disfrutamos una enormidad con la forma de utilizarlas. Es verdad que el orden de los factores no altera el producto, pero en el caso de las letras puedo decir fehacientemente que sí. Sí lo altera, lo hace sublime.

Rafael R. Costa es un escritor que utiliza las mismas palabras que los demás escritores, sin embargo, el producto final posee la magia de las novelas que no se olvidan. Copio un extracto cualquiera de la primera novela que leí de él, “La interpretadora de sueños”:

“El 2 de octubre de 1919, un jueves, el cielo sobre Praga se mostraba hermoso pero muy violento: en esa época del año la temperatura variaba bruscamente, los mediodías parecían de primavera y los atardeceres auténticas avanzadillas del invierno más crudo; las nubes no dejaban de moverse a ojos vistas, parecían ir de aquí para allá desordenadamente en vez de trazar  recorridos rectos, además eran panzudas y negras, como exhaladas por una chimenea siniestra de fogón inagotable, y es que daba la sensación de que sobre la recién creada Checoslovaquia el rescoldo de la guerra no se hubiese apagado del todo y boqueara sus últimas y hediondas volutas. El propio aire era tan húmedo en las riberas del Moldava que la cara y la ropa se empapaban de agua sólo después de calar la piel y enfriar los huesos. A decir verdad no estaba asustada, pero sí precavida, por eso no se sobresaltó cuando al unísono estallaron las ochenta y tres campanas de las iglesias praguenses anunciando que eran las seis y media.”
Es probable que a cualquiera de nosotros escribir la descripción del clima nos hubiera resultado un reporte del tiempo. Aquí Rafael R. Costa da una muestra de su maestría: no solo nos hace sentir el frío que cala los huesos; también nos sitúa en una fecha determinada, nos dice que Checoslovaquia está recién creada, que acaba de terminar una guerra, que el personaje se encuentra a las riberas del río Moldava, que en la ciudad de Praga existen ochenta y tres iglesias ¡y que son las seis y media! Todo esto acompañado de una prosa impecable, hermosa, con unas metáforas que no resultan aburridas sino por el contrario, incitan a la lectura.

¿Y a que no saben que Rafael R. Costa es un escritor independiente? Como sus predecesores en este “trío de ases”, también es un escritor prolífico, finalista en el premio Planeta, poeta, dibujante, y de una personalidad a la que podría comparar con la de una tortuga. Su sensibilidad y humildad lo lleva a tomar su propio camino. Prefiere el anonimato a tener que convencer de que lo lean, anda un poco perdido en este mundo impredecible e insoslayable de las redes sociales, de manera que su adaptación a ellas es un poco como un milagro. Muchas veces me he preguntado cómo es que Rafael pudo llegar a Facebook o abrir una cuenta en Twitter. Después me enteré de que tiene un ángel que vela por él.

Un escritor de estas características no podía pasar inadvertido mucho tiempo. No al menos desde que existen las tan odiadas o amadas (según el punto de vista de cada cual) redes sociales. La editorial Planeta, para su sello Espasa, ¡le puso el ojo a la Georginas de “La “interpretadora de sueños” y con un cambio en la portada lanzará la novela por todo lo alto! Sin embargo en el extraño mundo amazónico sus novelas no se encuentra en las listas, ¿será que algo está fallando en la mente de los lectores? Siempre me he preguntado cómo autores de la talla de Rafael, José Luis palma o Heberto Gamero no venden tanto como otros cuyos títulos dejan muchísimo que desear. Parece que (con sus excepciones), lo que más vende es la lectura fácil, sin mayor compromiso, en la que todo termina color de rosa.

Pero me apetece dar a conocer un poco más a este prodigioso autor.  Es sabido que hay personas que vienen al mundo con ciertos designios, en este caso, Rafael llegó para quedarse, pues su llegada a la vida engañó a la muerte apenas a los minutos de nacido. Ya se asomaba sus dotes de creador de historias, cuando debajo de un membrillero en una tarde lluviosa de 1959 a su madre le empezaron los dolores de parto. Así, a orillas del río Huelva el pequeño Rafael escuchó el murmullo de las aguas y decidió que era el momento. Nació en la cama de la abuela materna, pero morado y sin respirar. Como la gente de los pueblos siempre tiene recursos, lo cogieron de los pies y le dieron golpes a lo largo de la columna vertebral. No sucedió nada. Le pincharon con una aguja desde la planta de los pies al cuello… y nada.  Dos personas se subieron a una cama y cogido de las extremidades lo dejaban caer de súbito varias veces sobre el colchón… y tampoco funcionó. Lo sumergieron alternativamente en baños de agua caliente y de agua fría y tampoco pareció dar resultado, entonces, dándolo por muerto se dedicaron a cuidar a su extenuada madre.

Alguien lo envolvió en una toalla y lo puso sobre la mesa del comedor, donde permanecían los hombres. A uno de ellos que estaba fumando se le ocurrió abrirle la boca y lanzar dentro una bocanada de humo, y ¡sucedió el milagro! Según cuentan los que vieron el prodigio, el pequeño Rafael empezó a mover las piernas como si fuese un ciclista y movió los brazos como un boxeador, tosió y escupió una bola de coágulo. Así fue su entrada al mundo. Según él dice: "murió como persona y nació como personaje de novela". Y vaya personaje.

Sus libros se encuentran en todas las tiendas Amazon, “La interpretadora de sueños”, “Berlín Melodrama” y “El nazi elegante” son tres novelas que pueden leerse de manera independiente, pero tienen en común a Georginas, la inolvidable protagonista de la primera novela.

También tiene otros títulos: El caracol de Byron, “El niño que se creía Paul Newman”, “Valdemar Canaris, el navegante solitario”, “El cráneo de Balboa”… entre otros, que pueden encontrar AQUÍ.

Y bueno, amigos, esto es todo por hoy, ¡hasta la próxima!

Blanca Miosi


martes, 17 de junio de 2014

Tres Ases de la Escritura: Heberto Gamero

Podría decir mucho de Heberto Gamero porque lo conozco en persona, un ser humano excepcional que me alegra haber conocido en una de las tantas presentaciones de libros. No obstante me referiré a su obra porque a través de la palabra conocemos al que está detrás, quizá mejor que si lo viéramos en persona o leyéramos alguna entrevista en la que él nos dijera cómo es.

He leído de Gamero “Caracas-Ushuaia, un viaje encuatro ruedas”, en el que relata su impresionante periplo hacia el fin del mundo del Sur de América acompañado por su copiloto quien no es otra que su mujer. Un sueño, según él mismo dice, que quiso hacer realidad desde que era pequeño, de cuando correteaba por las calles de su pueblo y no tenía claro qué es lo que le depararía la vida. El resultado de ese viaje cruzando pueblos, selvas y desiertos fue un libro que más que un diario de viaje es un compendio minucioso de los pensamientos que se agolpaban a su mente durante el trayecto. No se limitó a sobrevivir como muchos viajeros, sino a entrar en escena, así vemos que consigue una cita para visitar a Mario Benedetti, que nos habla de Darwin, de Robert Scott… de aquellos personajes que formaron parte de la historia de la Tierra, de su geografía y de su intelectualidad.

Pero es en “La marca” un libro corto autobiográfico de un segmento crucial en su vida que se lee en dos sentadas como Gamero se nos muestra tal cual es. Un libro intenso, en el que nos relata cómo llegó desde un pueblo en Punta Cardón al norte de Venezuela, a la capital, Caracas, con el sueño de convertirse en el mejor empleado del mundo. Hasta que se convenció de que no bastaba para él ser el mejor empleado, el más fiel, el más trabajador; comprendió que si no ponía esas cualidades a la orden de sí mismo, su vida pasaría sin pena ni gloria y estaría condenado a la mediocridad. Hoy en día es un exitoso empresario y tiene el suficiente tiempo libre para dedicarlo a su otro sueño, el más acuciante, el que según sus palabras es el que más disfruta: Escribir. Con mayúsculas. Y créanme que cuando él se decide, lo logra.

Así pues, tiene en su haber gran cantidad de cuentos, alguno de ellos ganadores de premios de literatura, recopilados en varios libros: “Los zapatos de mi hermano” y “Cuentos de Pareja”, y las que creo yo son un alarde de buena literatura: “Minibiografías ilegales de escritoresmalditos” y "Minibiografías ilegales de pintores malditos”. Está por publicar las de músicos, que presiento deben ser tan buenas como las que las anteceden. El título es una colaboración del escritor José Luis Palma, una travesura de su ingenio siempre presto a encontrar buenos títulos. Copio un extracto de “Pintores”:
"Diego de Silva y Velázquez
Ella duda de la propuesta del pintor. Velázquez la mira con ojos convincentes y le dice que no importa que pose desnuda siempre que tenga el rostro oculto; o al menos, si no completamente oculto, de perfil, o a lo sumo tras una densa nube que haga imposible reconocerla. Es cierto que su cuerpo quedaría expuesto, pero nadie podría saber de quién se trataba si sólo él la había visto desnuda. Sería el cuerpo de una mujer blanca, como muchas; de piel suave y tersa, como muchas; de abultadas caderas y angelical perfil, como muchas; de esbelta espalda y torneados hombros, como muchas… Pero había algo que sólo a ella pertenecía, algo que no estaba allí, dentro de ella, algo que se extendía como el agua derramada, que flotaba en el ambiente y perduraba hasta mucho más allá del alcance de sus brazos, incluso más allá de los límites de su mirada. ¿Su olor? ¿Su dulzura? ¿Su pelo recogido? ¿El lóbulo de la oreja apenas insinuado? ¿El tono rojizo de su cabello? ¿Todo ello junto? Era algo que el maestro podía percibir en las partículas que flotaban en el aire, en el murmullo del silencio, en el paso de las nubes, en el color más allá de los colores.     
No parece muy convencida. Ríe con indecisión mientras que con su dedo dibuja pequeños círculos en la cabeza del maestro. Él insiste con extremada paciencia, como si le diera los toques finales a uno de sus cuadros. Le dice que en verdad no tiene por qué preocuparse, que hará todo lo posible para que su identidad quede en el anonimato. No sé, no sé, me da miedo. Ella medita, duda, sus padres, sus hermanos, alguien podría reconocerla. Sin embargo una sensación de euforia flota en el ambiente: el placer de la aventura, el encanto de lo prohibido, el goce de lo oculto, la posibilidad de nunca envejecer, de quedar allí, para siempre, su imagen eternizada y, por qué no, también su alma reflejada en los colores que su cuerpo despide, que flotan en el aire y que sólo Velázquez; anticipándose más de doscientos años al impresionismo, podía interpretar… “

Vale la pena leer su obra, el ritmo vibrante y nostálgico de su escritura es un deleite para los amantes de las letras. Lo recomiendo plenamente para quienes deseen deleitarse y al mismo tiempo aprender más acerca de los grandes pintores y escritores de la historia.

Heberto Gamero dicta cursos en talleres de cuentos y es fundador de una organización sin fines de lucro para enseñar narrativa a niños de pocos recursos. Una loable labor para alejarlos de las malas tentaciones.

Si desean conocer más de él pueden visitar su página de autor en Amazon


Wikipedia

Hasta la próxima amigos!

sábado, 14 de junio de 2014

Tres ases de la escritura

Hoy no voy a hablar de editoriales ni de redes sociales ni de cómo vender libros. Hoy tocaré un tema que me viene rondando la cabeza desde hace un tiempo y es el de los buenos escritores independientes. Ya me cansé de escuchar acerca de la mala calidad y todo lo que dicen de los que nos atrevemos a publicar por nuestra cuenta en las plataformas digitales y también, gracias a Amazon, en papel por medio de CreateSpace.

En un lapso de dos años he leído muchos libros. Más que en cualquier período de mi vida, y eso debido a que tener un Kindle da muchas facilidades. Con un clic tengo el libro que desee en pocos segundos al alcance de mis ojos. Hay libros muy buenos de escritores independientes, pero hoy dedicaré este post al primero de los tres escritores que he elegido por su prosa, la elegancia de sus palabras y porque se sitúan más allá que cualquiera de nosotros. Su literatura trasciende, es difícil de olvidar y creo que el tiempo me dará la razón. Ellos son:

José Luis PalmaHeberto Gamero y Rafael R. costa. Sus libros están a la venta en Amazon.

José Luis Palma es un escritor con un recorrido importante, aunque cuando leí El paciente de El Pardo no sabía bien de quién se trataba. Lo conocí en el grupo de escritores indies que formé hace un tiempo y me llamó la atención el título de este libro en especial porque me enteré de que era médico, así que supuse que sería un libro interesante. Me gustó tanto este primer libro que quise leer a Palma en otro registro y compré El declive. Reproduzco aquí el comentario que en su momento dejé en Amazon:

"Los libros de este autor son absolutamente diferentes a los que normalmente leo. No tienen nada que ver con thrillers, aventuras o casos policiales. En cada uno de ellos he encontrado un tema que profundiza en los personajes, más que en el entorno, más que en la trama, más que en la propia historia, si se quiere. Cada uno de sus personajes se deja analizar por el lector de una manera radiográfica, pero es a través de los ojos de José Luis Palma como los captamos. 
En El declive, la novela empieza con el encuentro fortuito de un diario. Es a través de ese diario que conocemos a los personajes y sus alegrías, tragedias, ilusiones y sufrimientos. Es un legado que hace una madre a su hija, quien al parecer jamás la llegó a conocer del todo. ¿Y es que alguna vez logramos conocer a los seres que nos rodean? Es la pregunta que me hacía cuando leía página tras página. ¿Acaso sabemos por qué nos enamoramos o dejamos de enamorarnos? ¿Alguien puede explicar de manera racional por qué se pasa del amor devoto y apasionado a la indiferencia absoluta?
 José Luis Palma es un maestro para relatar escenas eróticas, son casi un poema, un canto a la mujer y a sus dones, momentos en los que los deseos carnales se mezclan con profunda ternura, tristeza incluida. Este libro en particular deja una huella de fatalismo por la vida que muchos llevamos sin haberla elegido, por los amores perdidos sin saber el motivo exacto, por la nostalgia de momentos que sabemos que de nada sirve recordar. Solo puedo decir que es una obra maestra escrita en primera y en segunda persona casi en su integridad, algo realmente difícil, y que no siempre resulta atractivo, sin embargo en este caso, envuelve al lector en un halo de intimidad, como si las confesiones fueran hechas susurrando al oído.
 No puedo menos que recomendar el libro con vehemencia."

Un escritor de esta categoría  se reconoce de inmediato, así lo hicieron los jurados en los Premios en los que participó, (Planeta 1999 y 2000) en los que resultó entre los diez finalistas. Sus libros provocan adicción. Leí En los Lugares de la inocencia perdidaMi amor por un reino en CórdobaHora y media a Manhattan… y en todos encontré eso que él dijo en una oportunidad: jirones de su alma. Pues cuando se escribe se va dejando el alma a retazos, es verdad. Por momentos no sabía si leía ficción o si el autor me contaba a susurros su vida, sus deseos o sus anhelos.

José Luis Palma publicó El paciente de El pardo a través de una editorial hace unos años, cuando se decidió a poner por escrito aquellos treinta y ocho días de agonía del general Franco en los que fue testigo presencial por haber sido parte del equipo de médicos que lo atendió al final de sus días. Un libro excelente que se lee con facilidad pese al tema delicado. Pero es en El declive o en Hora y media a Manhattan donde su genio literario se dispara y nos envuelve con esa aura invisible con la que saben hacer los buenos autores. Creo que detrás de ellos se aloja un ser humano fuera de lo común, no es posible que alguien escriba de una manera y sea de otra. Son indivisibles. Es lo que hace que admire tanto a la obra como al autor.

En mi próxima entrada hablaré de Heberto Gamero, todo un personaje que vale la pena que conozcan, así como a su obra.

¡Hasta la próxima amigos!

Blanca Miosi



martes, 10 de junio de 2014

Creo que debo ser justa con las editoriales

Aunque en reiteradas oportunidades haya alzado la voz para hablar en nombre de los compañeros que no han tenido posibilidades de publicar en editoriales o que después de hacerlo sus libros hayan desaparecido de las listas de Amazon, mi experiencia con ellas ha sido positiva en cuanto a publicar se refiere.

En el artículo posteado hace unas horas en Facebook por Fernando Hidalgo"El sorprendente asunto de los manuscritos rechazados"  (artículo de Isaac Belmar) en el que se habla de la mala praxis que llevan a cabo las editoriales respecto de los manuscritos que reciben, sobre todo si se trata de escritores noveles, debo decir que yo también fui una escritora novel, y al decir esto no quiero que se entienda que ahora no me considero novel, pero después de publicar por cinco editoriales creo que puedo decir que tan novel no soy. Otro asunto es que no sea una escritora súper ventas, al menos en papel, pero sería injusta al afirmar que las editoriales se portaron mal conmigo. No es así. Mis novelas se publicaron sin ningún problema. "La búsqueda" fue aceptada a los quince días de haber enviado el manuscrito previa carta con la sinopsis. A la editorial le interesó, pidió el manuscrito y solo pasaron días para que firmara el contrato. 

Conseguir agente tampoco fue un rollo, como veo que muchos se quejan porque no los aceptan. Escribí a la primera que salió en la lista, porque su nombre empezaba por "A" (Antonia Kerrigan) y le envié una carta muy corta con una breve sinopsis de "El legado". Una semana después firmaba con ella. Y dos meses después la novela era publicada por una editorial.

"El manuscrito I" sí fue rechazado por la editorial que publicó "El legado", pero ni corta ni perezosa lo publiqué en Amazon y al mes ocupaba el segundo lugar en Amazon.com y Amazon.es. Fue cuando Ediciones B me llamó y publiqué con ellos. Desapareció por algunos meses del mapa, pero después regresó con fuerza y está entre los 10 primeros desde hace muchos meses. Igualmente "La última portada" que también publiqué con Ediciones B. Entra y sale del top 100, es decir, la novela no está desaparecida.

Entonces se preguntarán: ¿Cuál es mi descontento con las editoriales?, si las que tengo todavía con un par de ellas se siguen vendiendo como sucedería con cualquier editorial. 

Es que suelo solidarizarme con los compañeros. Me indigna que otros tengan tantas trabas, que sus libros después de haber sido fichados desaparezcan, y también es porque estoy muy contenta como escritora independiente. Tengo lo mejor de los dos mundos, y creo que a eso debemos llegar todos los escritores, no ceder absolutamente todos nuestros derechos, y antes de firmar contratos imponer ciertas condiciones, pues los contratos están hechos para negociarse. Por eso desde mi trinchera sigo y seguiré abogando porque cambien ciertas reglas de juego: un lapso de tiempo menor para los contratos con editoriales, unas regalías más apropiadas, porque somos los creadores del producto, y por un mejor trato personal con los escritores. 

De la promoción ya ni hablo. Actualmente el que publique por su cuenta o lo haga a través de una editorial, tiene la obligación de promocionarse. Ya está visto que es materialmente imposible que otros lo hagan por uno.

Lo que sí me parece bizarro aceptar es que porque a algunos escritores todas las editoriales hayan rechazado sus manuscritos o no los deseen representar agencias literarias de renombre, digan que NINGUNA editorial HA LEÍDO sus manuscritos. Si a mí me hubiera ocurrido, lo primero que haría sería repensar si mis novelas valen la pena, si están bien escritas, si el tema podría causar interés o rechazo, si el mercado está saturado de vampiros, historias que parecen salidas de una copia de Tolkien o si es una reverberación de otras tantas de las que las editoriales ya no desean publicar más. Las únicas novelas que el mercado editorial sigue aceptando son las románticas/eróticas, pues parece que es un tema inagotable al que millones de aficionadas(os) a la lectura rosa interesa, digo esto sin ningún ánimo peyorativo.

Por otro lado, hoy en día el escritor que desea comprobar si su libro es o no aceptable, comercial, vendible, interesante o publicable, lo único que tiene que hacer es subirlo a Amazon o a cualquier plataforma gratuita y someterlo al juicio de los lectores. Si aún así, el libro no termina de arrancar o no despierta interés, es mejor que lo revisen o escriban acerca de otro género o de otro tema. si lo que desean es vender, hacerse conocidos o llegar a vivir de los libros algún día.

Pero también existe otro tipo de escritor: Aquellos que tienen una prosa exquisita, que escogen temas originales pero cuyos libros no van dirigidos a un público masivo sino especializado, un lector con un promedio intelectual más elevado o con diferentes expectativas existenciales que van más allá del mero divertimento, en esos casos no queda más remedio que resignarse a escribir para un grupo reducido con el consiguiente resultado de no tener mayores oportunidades en editoriales ni en plataformas de ventas masivas de libros. Estos últimos son los que considero escritores de corazón. Lo hacen porque para ellos es una satisfacción íntima, personal e intransferible, a la que tienen acceso unos pocos, pero esos pocos son tan valiosos para ellos como los millones de lectores que van tras otro tipo de lectura más superficial. En este terreno entra la poesía, los ensayos, los cuentos (algunos verdaderamente fantásticos), y todos los libros que nos dejen algo más que unas horas de ocio y evasión, porque se quedan con nosotros, nos convierten en mejores seres humanos y marcan un hito en nuestras vidas. 

¡Hasta la próxima amigos!



domingo, 1 de junio de 2014

¿Está tu novela bien o mal escrita?

 ¿Cuál es la mejor manera de saber si el libro que has escrito es bueno o es malo?

Haciéndolo evaluar por un experto. Él te dirá todo lo malo que es. Te indicará dónde fallas, si tienes muletillas, te anotará las fallas gramaticales y ortográficas, la falta de continuidad, y si es muy bueno también notará si cometiste alguna falta relacionada con el tiempo histórico en que elegiste ambientar tu novela, por ejemplo: si la dirección que tomaste de Google Earth corresponde a la que era hace trescientos años o si existía para la época tal monumento, plaza o edificio público.

También puede indicarte si le falta fuerza al personaje principal, o si en medio de la novela queda huérfano porque la contraparte toma más importancia. También podría indicarte alguna falla estructural, algo que parecen conocer todos, hasta los comentaristas de Amazon, pero que realmente pocos saben de qué se trata.

¿Es un experto evaluador necesariamente un escritor exitoso?

No necesariamente. Así como los entrenadores de los grandes atletas no son campeones en atletismo. En algunos casos ni siquiera son escritores, pero son magníficos lectores. Un experto sabe dónde están las fallas y te podrá decir lo peor de tu novela, y cuanto más brutal sea la evaluación, más útil será, porque podrás evitar cometer los mismos errores.

¿Qué hacer después de la evaluación?

Volver a escribir la novela tratando de evitar los mismos errores. Es la única manera de aprender. Y si careces de formación básica sería bueno que tengas a mano un manual de ortografía y gramática, pues ortografía y gramática no te enseñarán en ningún taller literario; se supone que ya las conoces, por eso te consideras escritor.

Yo tengo un experto evaluador. Lee todos mis libros una vez que los he terminado y corregido y, pueden estar seguros: siempre encontrará fallas. El día que no las encuentre pensaré que no le interesa lo que escribo. Generalmente después de su lectura debo reescribir la novela, y en algunos casos resolver problemas que he dejado abiertos.

Recuerda: un evaluador sincero es mejor que cinco amigos diciéndote que tu novela es una maravilla. Es la única manera como lograrás aprender.


¡Hasta la próxima, amigos!