jueves, 13 de abril de 2017

Una noticia sorpresa

Para una persona como yo que empezó a escribir bastante tarde sin mayor ambición que la de pasarla bien, lo que me está ocurriendo es sencillamente imposible de creer. Posteo a diario al igual que lo hacen muchos, las noticias que generan mis libros. Y, la verdad, es bastante más de lo que merezco.
Hoy mi traductora y agente francesa Maud Hillard, me dio una noticia que me hace muy feliz. Mis cinco libros en francés se exhibirán en Universde Gwendydd, una galería en Marsella, en el sur de Francia. ¿Quién podría pensarlo, cuando tomé por primera vez un bolígrafo para escribir una historia, que más adelante sucedería esto? También aparezco en su página web de autores.

Y por si fuera poco el 25 de abril, es decir, dentro de trece días, será el lanzamiento ya a la venta (por ahora está en preventa) de la trilogía de “El manuscrito”, de la que “El coleccionista - El manuscrito 3”, es el nuevo volumen que cierra la saga. Estoy ansiosa, y también bastante nerviosa por la acogida de esta novela, pues nunca se sabe cuál será la reacción de los lectores. Los que leyeron los dos primeros manuscritos podrán satisfacer la curiosidad que generó el pequeño hombre de la bolsa negra, quien toma un protagonismo especial en esta tercera entrega.

Pero eso no es todo: ¡Amazon dijo que sería la escritora del mes en la segunda quincena de abril con seis de mis novelas, ahora que se celebra el mes del escritor y las pondrá en oferta!

Siempre soñaba con que mis libros fueran traducidos y vendidos en todo el mundo, hoy puedo decir que gracias a que publiqué en Amazon y al impulso que eso dio a mi carrera como escritora mis libros están traducidos al inglés, francés, alemán y dentro de unos meses saldrán en chino.

Para mí lo más importante siempre fue competir conmigo misma en lugar de competir con otros y enfrentarme a nuevos retos. Quise que mis libros no fueran fáciles y nunca quedé satisfecha. Creo que mi actitud de alcanzar metas escandalosas como escribir acerca de personajes históricos controversiales dándoles una pátina de humanidad (El legado); sumergirme en aguas profundas con la historia del imperio incaico dando humanidad a sus personajes (El cóndor de la pluma dorada); empezar una novela en la que el principal protagonista parecía ser un manuscrito (la trilogía El manuscrito), para luego atreverme a incursionar en el thriller más puro y duro con un tema que incluía el terrorismo (El rastreador), no estaba equivocada. Y pensar que todo empezó con “La búsqueda”, la novela con la que aprendí a escribir, me llena de alegría, pues es una novela que escribí por amor.

Si todo va como tengo pensado, para junio o julio publicaré el libro que escribo ahora: “La lista”; espero sea del agrado de los lectores. Pero los nervios, la inseguridad y la ansiedad siempre están conmigo, creo que ahora sé que son la clave para nunca estar satisfecha conmigo misma y aspirar cada vez a más.

¡Hasta la próxima, amigos!

viernes, 7 de abril de 2017

Escritores independientes en el futuro

—¿Cómo fue que te convertiste en escritora, abuela?
—No fue que me “convertí” aunque sé de muchos que sí lo hicieron en esa época, querido Pepe. Allá por el 2011, a un gringo llamado Jeff Bezos se le ocurrió acordarse de que en el idioma español también había mucha gente que leía y abrió su portal Amazon para que los escritores que no podían publicar por editoriales lo hicieran a través de su plataforma llamada Kindle Direct Publishing en Español o KDP en español.
—¡Ah, creo que he oído hablar de eso!
—Claro que tienes que haber oído, fuimos los pioneros de lo que se llamó “la Generación Kindle”, no porque hubiéramos nacido todos en la misma fecha, sino porque viejos, jóvenes, maduros, escritores, poetas, abuelos, nietos y toda la gente que tenía algo que decir por escrito pudo publicar a través de un sistema sencillo, en el que nadie se fijaba si su manuscrito era bueno o malo, ¡fue una época sensacional!
—¿Es decir que todos se volvieron famosos?
—¡No, qué va, hijo! Algunos ya sabían escribir y fueron los que llegaron a hacerse conocidos. Otros también eran muy buenos, pero no encontraban público apropiado para sus libros, pero lo más importante era que estábamos unidos, nos ayudábamos unos a otros, nos aconsejábamos, y también, claro, empezaron los problemas porque algunos decían que no los tomaban en serio y que Amazon tenía sus preferidos.
—¿Y eso era cierto?
—Supongo que sí. Como empresa al fin, ellos se fijaban en los que más vendían o en los que se habían hecho más conocidos y probablemente debido a eso les daban cierto apoyo promocional con sus Kindle Flash, pero primero había que ganárselo.
—Oye abuela, y si todos se ayudaban quiere decir que todos era buenos escritores.
—Pues cuando ayudas a alguien no necesariamente debe hacerse porque sea una luminaria, sino porque lo necesite. Y si lo necesita es porque o no es muy bueno, o tal vez no sepa cómo hacer para que su libro se venda y se lea.
—¿Recuerdas a algunos, abuela?
—¡Claro! ¡Cómo no voy a recordarlos, pero fueron tantos, y todavía hay uno que otro que se ha convertido en un bestseller mundial; tuvimos al comienzo un semillero de talentos, los más persistentes lograron afianzarse, los que se dieron por vencidos o abrieron los ojos y se dieron cuenta que publicar los que les había sucedido en la vida no cuajaba, se retiraron.
—Supongo que tú tenías tu grupo, ¿no? Siempre ocurre.
—Claro, porque la buena vibra se atrae, hijo, no importa la diferencia de edades, recuerdo a uno que escribía como cuatro novelas al año, y si le encargaban escribir acerca del Papa seguro que lo hacía en menos que canta un gallo, el hombre era un fenómeno, era el más prolífico de Amazon.  También a otro, experto en marketing, que descubrió su veta de oro no por el marketing sino por un detective al que puso un apellido como el de la compañía alemana de partes y piezas para vehículos tan conocidas, bueno, y el personaje era del gusto de los lectores, a eso se le llama encontrar su nicho.
—Ay abue, ya empezamos a hablar de la muerte.
—No en esta ocasión, hijo mío, nicho es como decir: “lugar”. Cuando deseas escribir para un grupo determinado de gente escribes para un nicho.
—Bueno, la palabra es un poco terrorífica…
—También eran terroríficas las cosas que sucedían entre los autores de la Generación Kindle, nieto mío. Y no estoy hablando del tema de sus libros, sino de los serruchos con los que algunos de nosotros teníamos que lidiar. Unos cuantos se disfrazaban de lectores y escribían bajo seudónimo unos comentarios en Amazon que eran para desanimar a cualquiera a seguir escribiendo. Otros inflaban la cantidad de libros que vendían, algunos hablaban mal de sus compañeros, y no hablo solo de escritores, también los lectores empezaron a formar parte de esta Generación Kindle en la que ellos empezaron a tener voz y voto.
—¿Los lectores?
—¡Claro!, ¿cuándo antes se había visto semejante bochinche? Lectores, escritores, ensayistas, poetas, piratas, reseñadores, cantautores (y eso que no te hablo de Bob Dylan quien se ganó el Premio Nóbel, solo para que te des cuenta de la época en la que vivíamos), un desfase total, lectores que se convirtieron de noche a la mañana en críticos literarios, correctores y padrinos de la novia. Unos escritores que decían que estaban negados a la promoción y otros que se la pasaban todo el día Twiteando sus libros…
—¿Twiteando? ¿Qué es eso?
—Es difícil de explicar, pero hasta yo andaba metida en ese berenjenal: novela que me gustaba, novela que promocionaba en Twitter, una plataforma gratuita en la que podíamos hacer publicidad de todo cuanto fuera leíble y no leíble también. Y es que cuando le agarrabas gusto, ingresabas a una especie de Hermandad Twuitera.
—¿Y no usaban Facebook? He oído mucho de eso.
—Claro que sí, todo lo que sea gratis y estuviera disponible. En Facebook a veces se armaban unas discusiones descomunales en la que no faltaban los insultos, entonces automáticamente aparecían los bloqueos y las amistades dejaban de ser amigas, así no te enterabas de lo que hablaban a tus espaldas.
—¡Fue una época muy divertida, abuela!
—Claro que sí, al menos yo la veía así. Hasta tenía un programa de radio llamado “La Hora Amazónica” en la que entrevistaba a escritores, lectores, y mira que yo jamás había sido locutora, pero era una época en la que nos creíamos capaces de todo.
—¿Y qué pasó con Amazon?
—Compró un grupo de editoriales y empezó a seleccionar a los escritores cuyos libros más se vendían, lo cual fue transformando la empresa en una editorial en la que había que firmar un contrato si la novela había pasado por la criba editorial, es decir, igualita que las otras, con la diferencia de que esta tenía un programa de promoción de apoyo para sus autores en una plataforma con millones de afiliados. Y es que Bezos no daba una puntada sin hilo.
—Qué bien, abuela, ya sabes que soy tu fan número 1. ¿Hasta cuándo vas a escribir?
—Gracias, Pepe, escribiré hasta que muera. Todavía tengo mucho que contar, y sé que hay otros como yo que harán lo mismo, porque la escritura no es solo un pasatiempo. Es una carrera de fondo y no se termina porque no hayas vendido ni una hoja.  Se termina cuando sientes que ya no tienes de qué escribir; eso sí, tienes que divertirte cuando lo haces, de lo contrario sería una tarea tediosa, como algunos libros que todavía circulan por ahí.

Diciembre 15 de 2044.